RAZONES PARA SACAR BILLETE EN EL ENTERPRISE
Igualito igualito que una
adolescente. Así he disfrutado con la tripulación de Star Trek, porque cuando
las cosas están bien hechas, es muy fácil entrar en el juego. ¡Aventuras y ciencia ficción!
¡Soñar a tus anchas! No necesito más.
No soy seguidora acérrima de Star Trek. He visto
alguna de las películas de la saga
¿quién no?, pero no todas. No sé
si es un dato a favor o en contra a la hora de posicionarme con la película,
pero me da igual. Veo la peli como una
aventura única, sin referencias que condicionen o personajes que mediaticen. Nada
de nada, de lo más ingenua.
Y con ese punto de partida, he sentido ganas de que me hicieran un hueco
en la sala de control de la nave, en primera fila, viendo desfilar todo el
universo por la ventanilla. Los chicos/as del Enterprise me han “engañado” para acompañarlos con
múltiples argumentos.
La promesa de explorar mundos desconocidos.
No tierras, ¡mundos! En el
espacio todo se hace a lo grande. Las distancias son inmensas; las proporciones
de planetas (planetas de nivel M, Z o que sé
yo) y naves, gigantescas; los riesgos incontables; los seres desconocidos con
los que contactar, lo más raros que alguien pueda pensar. No hay freno a la
imaginación y la recompensa es la exploración de lo desconocido, conocer. Me apunto.
Tampoco se andan con tonterías a la hora de planear la aventura, viajes de
exploración de 5 años, que no son turistas sino viajeros (ya se sabe, el
turista desde que sale de casa está pensando en volver, el viajero quizá no lo
haga nunca)
El deseo de contar con tecnología por un tubo.
Vale, el escenario es un mundo
desconocido, básicamente por ser un mundo futuro. ¿Y qué suponemos que habrá en
el futuro en demasía? Pues eso, tecnología. Inútil o eficaz, pero seguro que un
montón. Uno de los principales encantos que tienen las películas de ciencia
ficción es ese, el aventurarse a pensar cómo solucionarán los técnicos del
futuro, los problemas cotidianos y básicos. Además, Naves de clase H o similar (vaya, utilitarios como los utilizados por
los protas para acercarse a los planetas, o meganaves que surcan el
espacio como el Enterprise); teletrasportación, con sus arcos de desaparición, el viaje personal más rápido; motores de curvatura, bueno algo parecido, ¡si Einstein levantara la cabeza, no
consentiría en volverse a la tumba¡
Además, me cuentan una historia.
Trama, la suficiente. Cuando una
peli se clasifica en el género de ciencia ficción, acción, aventuras, mi
cota de exigencia en relación al argumento no es excesivamente elevada. No obstante, si la trama se reduce a
que unos corran detrás de otros, hasta que llegue el final y ganen los buenos, mi decepción es soberana. Debe pasar algo, peligroso,
complicado, sorprendente. Me cargan las
carreras sin fin con fuegos de artificio incorporados. No es el caso.
Cuando a la tripulación de la nave Enterprise le ordenan que regrese a
casa, en la Tierra se enfrentan a una terrorífica fuerza que, aparentemente
desde dentro, ha perpetrado un ataque a la cúpula de la Federación y todo lo
que esta representa, sumiendo a la flota en una profunda crisis. Con un asunto
personal que resolver, el capitán Kirk encabeza una incursión a un planeta en
guerra para capturar a un hombre que es un arma de destrucción masiva. A medida
que nuestros héroes se van sumergiendo en una épica partida de ajedrez a vida o
muerte, la lealtad se verá puesta a prueba, las amistades se romperán, y habrá
que hacer ciertos sacrificios por la única familia que le queda a Kirk: su
tripulación. (FILMAFFINITY)
La certeza de seguir siendo
humanos (sentimientos y amistad) en un mundo hipertecnológico. (Bueno, al fin y al cabo son humanos) He visto
duelos con armas en los que los contendientes se juegan el tipo, de toda
especie y peligrosidad, pero aquí, menos mal, también hay duelos internos, psicológicos, de
esos en los que cada uno se pregunta si puede reaccionar de diferente manera,
si lo correcto es seguir las normas o dejarse llevar por impulsos dictados por
el sentimiento y la amistad. Ya se sabe, pasión o razón. Bueno, sin asustarse,
algo de eso hay, lo justo para implicarse con los personajes en cuestión, nada
más.
La posibilidad de humor en
situaciones límite.
Toquecitos de humor, para
aligerar. Mira, ésta es una costumbre que yo suelo agradecer del cine
americano, bueno cuando no abusan. No obstante, cuando hilan fino y los
personajes introducen pequeñas notas humorísticas, aquí y allí, con tino,
consiguen personajes más humanos, más próximos, en fin, me ganan.
La certeza de que los héroes
siguen vendiendo.
Heroísmo a raudales. Otra
característica del género. Tiene que haber héroes, esforzados, generosos,
dispuestos, de esos que no piensan más que en su deber y desprecian su
bienestar personal. ¡Se encuentran tan pocos¡ Aunque hay que limitarse a
personajes de novela, me saben a gloria. Un pequeño revés. Buenos y malos, pelín
tópicos pero aceptables dentro del tono heroico.
La seguridad de contar una
historia espectacularmente.
El cine americano haciendo
espectáculo. Cuando la maquinaria americana se empeña en hacer cine
espectáculo, no hay quién la supere. A veces, sus grandes rivales son ellos
mismos, por pasarse y convertir una historia en una traca de fuegos
artificiales. Pero si se contienen, el resultado siempre es bueno. Color,
música, escenarios, vestuario, efectos, ritmo, trama, personajes, dirección.
Todo funciona como un mecanismo bien engrasado.
Pues eso, que te metes en la historia con el primer empujoncito de la
peli. Sobre los protas, me quedó con el buenísimo malo, el inglés Benedict
Cumberbatch, es difícil que te deje indiferente.
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