ESTÉTICA Y CAPITAL,
UNA PAREJITA FELIZ.
El único arte que el DiCaprio
está dispuesto a apreciar es aquel que lleva a darse homenajes personales
diarios. Compañía variada, apetitos de todo tipo, lujos diversos, coches,
casas, yate... Este es el catálogo de actos sensibles que aprecia con deleite,
que no es poco. Este manual de estilo queda fuera de las posibilidades del
común de los mortales, aunque también podría considerarse como la forma de no
saciarse con nada cuando uno ya lo tiene todo (perdón, que nunca uno tiene
todo). El arte tradicional (pintura, escultura, fotografía…) no parece
conmoverle demasiado. Si nos olvidamos del ejemplo estilo Belfort, la inmensa
mayoría nos conformamos con ir de cuando en cuando a una exposición, leer
alguna revista especializada o meter la nariz en Internet y bucear den la
producción de algún pintor, fotógrafo... Y ahí ¿qué encontramos?
Neoliberalismo... aquí estamos.
Parece ser que la creatividad
individual se ha ido a hacer puñetas. Si buscamos denominadores comunes, líneas
dominantes, y nos olvidamos de lo extraordinario o lo extravagante, una pena
porque es ahí done suele estar el germen del cambio, el patronazgo con retorno
útil o/y intenciones de adoctrinamiento, y el utilitarismo bienintencionado,
parecen destacarse como los aspectos dominantes de la estética hoy.
No es cosa mía, doy la voz a los
especialistas.
“Con el neoliberalismo, el subsidio
corporativo a las artes ha aumentado en detrimento del patrocinio de Estado,
privilegiando el “arte útil”, que es la antítesis del arte autónomo. Esto
quiere decir que se le ha dado una función tanto económica como política a la
producción de arte” Irmgard
Emmelhainz
“A diferencia de los museos de estado,
cuya misión es difundir, exhibir y educar sobre arte que le pertenece a un
pueblo – a partir de una narrativa que puede ser mítica, histórica, identitaria
o canónica para reforzar la meta-narrativa que une al pueblo como tal –los
museos privados tienden a ser estratégicamente usados para el desarrollo de la
identidad e imagen de una compañía. También son lugares de canalización de
fondos, ya que el estado brinda exención de impuestos a las corporaciones que
coleccionan arte” Irmgard Emmelhainz
“Los espacios culturales se han
convertido en bastiones institucionales de auto-expresión democrática y sitios
para la reconciliación social y la auto-ayuda. Por ejemplo, el proyecto
Sanatorium de Pedro Reyes en el Guggenheim NY, Documenta 2012 y White Chapel en
Londres en 2013, descrita como “una clínica transitoria que proporciona
tratamientos cortos e inesperados que combinan arte y psicología”. Muchas de
estas iniciativas son subsidiadas con fondos corporativos. Mientras que el
apoyo corporativo al establecimiento de espacios antagónicos o prácticas que
buscan facilitar o reparar lazos sociales son institucionalizados por la
sociedad, la pregunta que surge es, ¿A quién le pertenece el capital cultural y
quién tiene el derecho de usarlo?” IrmgardEmmelhainz
“Para los gobiernos europeos (sobre todo
Gran Bretaña, Holanda y Francia) el arte participativo es una ingeniería social
barata. Crea la impresión de que todos están participando, haciendo talleres de
trabajo, ciclos de cine, cocina comunitaria. Creo que esto aporta,
innegablemente, algo a una comunidad, pero también creo que es criticable
porque es homeopático, ignora las cuestiones estructurales y es una forma
temporaria de distracción de los problemas reales. Claire Bish
Aunque el arte esté
mayoritariamente subvencionado y dirigido, controlado por los pepes que
organizan grandes exposiciones y crean colecciones, aún cuando sea el deseo de utilidad, más o menos
desinteresado de algunos eventos el que predomina, estoy segura de que el
espíritu creativo que acompaña al artista también estará allí.
Se acaba de celebrar en Madrid la Feria de Arte Contemporáneo
ARCO. El hecho de que se denomine feria a un evento de estas características
remite directamente al aspecto comercial del arte. Sería de ilusos pensar que
el arte se sostiene en el aire, es negocio, y dentro de unos parámetros, es
normal que así sea. Sería bueno echar una ojeada y juzgar por uno mismo dónde
acaba y arte y empieza el negocio.
Siguiendo con ARCO escuché una
entrevista en la que un artista, a la pregunta sobre sus sentimientos, iban a
colgar alguna obra suya en un museo, contestaba que no se sentía especialmente
bien pues consideraba a los museos como cementerios del arte, instituciones
carentes de vida. El periodista siguió con su trabajo y le tocó el turno a una
coleccionista-galerista que había escuchado la entrevista anterior. Ella
defendió los museos señalando el creciente dinamismo que están adquiriendo con actividades
como las exposiciones temporales. Yo respiré más tranquila. Me quedé
sorprendida al oír lo del museo-cementerio. Me gustan los museos. Poder ir de
vez en cuando. Ver una obra y comprobar si me dice algo diferente a lo que me
dijo la última vez. Saber que está allí para mí y para todo el que quiera
verla, es un lujo. El museo democratiza el arte y eso me gusta (bueno, si la
economía neoliberal nos permite pagar el precio de la entrada)
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