Historia
La realidad siempre es un fabuloso argumento de ficción. Sorprende en situaciones imposibles de imaginar, personajes difíciles de construir, hechos absolutamente faltos de lógica. Hay episodios históricos que si nos los presentan como lo que son, acontecimientos reales, parecen falseados, no encajan en el desarrollo lógico de las cosas ni en la aplicación del sentido común. Leyendo la obra de Adam Johnson se puede pensar que es fruto de un mal sueño, una sociedad alienada, impersonal y sometida por el miedo. Lo importante es sobrevivir frente a vivir. Y cuando te interesas un poco por Corea del Norte, te das cuenta de que hay una base real en la obra literaria y entonces el pasmo es mayúsculo pues no se trata únicamente de una pesadilla literaria.
“De
pronto algo le llamó la atención. Echó un vistazo a la pared blanca, justo
encima de la puerta. Allí no había nada. Nada de nada. Se sacó la cámara del
bolsillo y mientras el guarda y los enfermeros hablaban acerca de las virtudes
de varias marcas de tabaco, Jun Do tomó una fotografía de la pared blanca,
vacía. “A ver si entiendes lo que estoy intentando decir, Wanda” pensó. Nunca,
en toda su vida, había estado en una habitación en la que no hubiera los
retratos de Kim Il-sung y Kim Jong-il encima de la puerta. Ni en el orfanato más
mísero, ni en el vagón de tren más viejo, ni siquiera en el retrete inmundo del
Junma. Jamás había estado en un lugar que no fuera digno de la constante mirada
de preocupación del Gran Líder y el Querido Líder. En realidad, se dijo de
pronto, no era que aquel lugar fuera indigno, sino que ni siquiera existía”
En historia es difícil encontrar
el origen, el principio de las cosas, pero en esta ocasión, si podemos decir
que hay un antes y un después de la guerra de Corea en plena Guerra Fría.
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