¿Qué ha podido pasar? ¿Quién o qué
ha fallado? ¿Ha sido un problema de medios, algo relacionado con la competencia
profesional, un puro despiste? Para muchos una chapuza imperdonable, para otros
tantos una noticia jocosa. Pues bien, la noticia que llegó hace unos días, nos
cuenta que en Museo Egipcio de El Cario,
al super star de los faraones
egipcios, Tutakamón, se le cayó la barba. No frivolicemos con el hecho, la
barba ceremonial de un faraón no es cosa con la que bromear, puro símbolo de
realeza y divinidad. En un intento de remediar el problema con la máxima
diligencia, no me cabe ninguna duda, consiguieron llevar a cabo una sonora
chapuza. No ha transcendido quién, y en virtud de qué autoridad, pero
procedieron a pegar la real barba con epoxi, superglu, pegamento imedio, cola
de carpintero o similar… dejando un visible goterón, de una manera tan casera,
vamos como haríamos nosotros si se nos rompe la figurita de escayola recuerdo
de Benidorm, que si lo que pretendían era una salida rápida, furtiva y airosa,
el efecto conseguido ha sido el contrario y la noticia ha dado la vuelta al
mundo.
Pero vamos más allá con la
noticia ¿qué se le pasó por la cabeza al operario/a cuando tenía en una mano la
barba divina y en la otra el pegamento? ¿Qué sentimiento guió su mano para
realizar semejante chapuza? ¿El deseo rápido de ocultar el desastre y salir lo
antes posible del aprieto sin consecuencias visibles? ¿El miedo a ser
descubierto/a en tal trance? O simplemente entendió que para tamaña tarea el
susodicho/a se bastaba en gracia, salero e improvisación? Salir rápido del
problema por temor a ser descubierto/a y a represalias? O un mal trabajo que
pasa los límites de lo tolerable y se instala en el mundo de la chapuza?
Uno de los ejemplos más
mediáticos tuvo lugar en Aragón no hace mucho tiempo. En el Santuario de la
Misericordia de Borja, una bienintencionada espontánea, aficionada a la
pintura, metió mano sin compasión en una obra de Elías García Martínez, con el
loable objetivo de devolverle las glorias perdidas. Dicho y hecho. La
intervención sobre la pintura tuvo el resultado de convertir un Ecce Homo en una obra expresionista, o
casi. Si señor. Intervención de grandes vuelos con nulas capacidades.
Y si hay alguien que con maestría
nos ha enseñado el miedo que experimenta
el que se enfrenta a un menester de este tipo y lo grotesco de una situación
semejante ese es Mr. Bean. Delante de La madre de Whistler intenta salir
airoso y acaba perpetrando una fechoría. Y es que Rowan Atkinson utiliza el humor para mostrarnos a
que absurdos podemos llegar intentando escurrir el bulto cuando vienen mal
dadas. Se ríe de nuestras reacciones arrojándolas a nuestra cara.
Cuando supe la historia del
desbarbado faraón, lo primero que me intrigó es saber lo que pasaba por las
cabezas de los protagonistas de situaciones similares. Pero después de darle un
par de vueltas a la noticia me parece que la otra cara de la situación también
tiene su interés. Quizá incluso tenga mayor interés que el saber qué se siente y cómo se sale
de un aprieto semejante, sea el comprobar
qué sentimos los demás al escucharla. Primero aparece el humor, luego la
extrañeza y más tarde la indignación. Aunque puede que sea primero la
extrañeza, luego el humor y finalmente la indignación. No, quizás sea la
indignación lo primero, la extrañeza y luego nos reímos…. Hay más
combinaciones, muchas más. Seguramente el orden de la secuencia emocional nos
delata como personas y esto sí que es curioso, muy curioso.
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