ESAS CAMPIÑAS
INGLESAS…
Si quieres,
puedes verla como una historia romántica. Bathsheba Everdene (Carey Mulligan)
hereda una propiedad en la Inglaterra victoriana y decidida a sacarla adelante,
sin ayuda de un hombre, emplea toda su capacidad y decisión para lograrlo. En
este proceso, tres hombres girarán alrededor de ella. Un pastor Gabriel Oak
(Schoenaerts), un acomodado rentista William Boldwood (Sheen) y un militar
Frank Troy (Sturridge).
No obstante,
sería una pena quedarse solo ahí, porque hay más, mucho más. Y lo hay porque la
peli está basada en un clásico de la literatura inglesa de Thomas Hardy y
porque el texto lo ha tomado el director Thomas Vinterberg y junto con actores,
guionista y técnicos han hecho una pequeña joyita.
Todo el mundo
victoriano está aquí. La sociedad de
los años 70 del siglo XIX en la que una mujer
sola lo tenía verdaderamente difícil para salir adelante por sus propias
fuerzas. La importancia del matrimonio para la mujer que le daba protección,
posición y sentido. Las clases sociales
claras y bien definidas en las que cada uno ocupa su lugar, los roces son
continuos pero las mezclas muy raras. El orgullo,
ese sentimiento tan personal y tan cultural, tan british en este caso. Los
personajes actuando según los dictados del orgullo y la dignidad.
Personajes con matices, con enjundia, con chicha,
que muestran y ocultan sentimientos y pasiones jugando en el margen de las
reglas sociales. Hartazgo fabuloso de primeros planos de los prota. que usan
todo su saber hacer para comunicar con miradas y gestos insinuados, todo en la
dirección de esa buena escuela que expresa con el rostro lo que no necesita
decir con el cuerpo.
El ritmo que nos propone Vinterberg es de
paladeo. Algunos segundos sin diálogo, sin acción, imprescindible para degustar
de paisajes y esos primeros planos elocuentes que son un mundo.
Un buen puñado
de escenas que son joyitas visuales a
la vez que hablan de sentimientos sin palabras. La desolación en un conjunto de
ovejas muertas en la playa al amanecer; la libertad de la prota. cabalgando
tumbada sobre el caballo entre los árboles; la magia del encuentro en el bosque
con el soldado destacado con su uniforme rojo; el tedio del mismo cuando
combate con una espada de madera a las ocas; la sencillez de los campos de
siega; la alegría de vivir del lavado de corderos en el agua…
Y por establecer
conexiones felices vienen a mi cabeza el lenguaje visual, la sensibilidad y el ritmo de Ang Lee en Brokeback Mountain o en Sentido
y sensibilidad y también las escenas-cuadros de Romeo y Julieta de Franco Zefirelli.
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