UN MUNDO ROBÓTICO
Hace un puñado
de años, Dorys Day cantaba el Qué será, será… con su cara angelical y
pelo algodón de azúcar. El tono, el mensaje, la melodía todo apuntaba al mega
optimismo y la confianza, un poco panoli y bien intencionado. Pues se acabó la
fiesta hapy-hapy porque únicamente llegan a mis oídos melodías de terror. El
sonsonete que no se me va de la cabeza está en sintonía con el sigilo
terrorífico del Tiburón de John
Williams o la inquietante presencia del Drácula
de Wojciech Kilar. Pura coincidencia, pero la penúltima que he leído sobre la
velocidad de crucero sin rumbo que lleva la tecnología me deja helada.
Mi temor comenzó
hace aproximadamente un mes. Hacía calor y acabé en el cine viendo el último Terminator. Génesis. De la peli ni voy a
hablar, aunque si me acuerdo de un detallito que aparecía en la misma. El reto
del anciano Schwarzenegger y sus colegas era acabar con un sistema de
destrucción masiva, instalado en teléfonos, tabletas y todo tipo de
dispositivos de bolsillo. Un sistema operativo que daba el poder a las
máquinas. Bien, es ciencia ficción. Puedo con ella.
Subimos un
escalón. Diez días atrás, vagabundeando por La Dos a la Carta, me topo con un
documental Trading de alta frecuencia.Un mundo aparte, brokers robóticos. Alrededor de dos tercios de los movimientos
bursátiles en Estados Unidos los realizan ellos. Máquinas programadas para
vender y comprar a velocidad de vértigo, especular de forma inhumana y ganar
dinero a paladas. Ya han provocado un par de caídas o bajonazos bursátiles que
los especialistas tachan de peligrosas. El mercado del dinero. Glup. Trago
saliva, esta situación no es hipotética o imaginada.
Para acabar y
llegar a donde yo iba, antes de ayer me encontré con el terror en forma de
noticia periodística. Toby Walsh, experto en inteligencia artificial, alerta sobre una amenaza real, la creación de
robos asesinos en cincuenta años. Junto con un grupo de colegas y científicos piden
a la ONU su prohibición. ¡A temblar que
esto es real¡
¡Con lo que me
gusta la ciencia ficción! Estoy dispuesta a creerme que un buen día lleguemos a Marte y volvamos para contarlo;
que superemos la velocidad de la luz para poder darnos un garbeo por Saturno;
que nos teletransportemos; que montemos hoteles finde en la Luna; que todos llevemos uno de
esos buzos de plástico fino, tan espaciales, asépticos e impersonales… Pero
puñeta, no todo tiene que hacerse realidad. Los pasajes de monstruos sin cara a
los que les encanta comer humanos sin haberlos probado, no tienen porque llegar
aquí. Aunque bien mirado ¿quién teme a un improbable monstruo alienígena si ya
nos vamos a encargar de hacer replicantes metálicos multiformes que no nos
coman pero que nos maten igual?
No hay comentarios:
Publicar un comentario