Los
japoneses son el pueblo que hace de la delicadeza cualidad
cotidiana, de la limpieza en los espacios comunes normalidad y no
virtud; de la etiqueta y la aproximación al otro un juego de normas
aprendidas, una coreografía que invita a la imitación y la
respuesta; del trabajo diario una actividad que requiere respeto,
dedicación y entrega. Con todo y con eso, admiro y no entiendo.
La última
película japonesa que ha viajado hasta nosotros, Una pastelería
en Tokio de Naomi Kawase, me ha dejado confundida . Admiro,
simpatizo, disfruto, pero de repente en el minuto x de la peli, los
sentimientos y motivaciones de los protas se me escurren entre los
dedos. No consigo empatizar. Y no es la primera vez que me ocurre que
ante el lejano oriente admire y no comparta.
He pensado
en esto al leer la noticia de que en la estación de Kyu-Shirataki,
situada en Hokkaido, el tren
no dejará de parar hasta que su
única viajera, una
adolescente que viaja al instituto, no acabe sus estudios de
secundaria. La empresa ferroviaria, conmovida, ha
tomado esta decisión y con ella, nos ha hecho un feo al resto del
mundo. Me quedo con los ojos vueltos ¿Alguien
en este país nuestro, y me atrevo a decir en esta Europa nuestra, se
pone en situación y cree que las autoridades ferroviarias hubieran
tenido una reacción como la nipona ante una
situación semejante? Aquí mi imaginación
se vuelve lilliputiense. No lo veo.
No
obstante y dando un brinco paso de la anécdota a la categoría.
¿Estoy muy perdida al pensar que da igual la tierra que pisemos, lo
ropa que nos pongamos o la comida que comamos, puesto que todos somo
habilis iguales? ¿No son nuestras pasiones y emociones las mismas
independientemente que paisaje veamos
de mañana al levantarnos? ¿No compartimos en todos los rincones de
la bola del mundo un equipamiento básico con el que echar a andar?
Necesito algo más
que un traductor de idiomas porque desde mi pueblerino sillón de
orejas he llegado a la certeza de que todo lo que ocurre al este del
meridiano 20º lo
empiezo a comprender con dificultad, y
no digo nada del 140º. Estoy a falta de un curso intensivo y
acelerado de "Otras culturas al alcance de cualquiera"
porque de otra manera corro el riesgo de no salir de la sorpresa sin
contenido, del contraste pintoresco y estereotipado y
de la incomprensión más absoluta. Esta
bola que gira manteniéndonos pegados al suelo siempre
me deja fuera de juego.