Arte
ESTÉTICA INNATA
Japón
podría ser el país del arte en vena. Uno de esos lugares de la
Tierra en los que la preocupación por lo estético, por rodearse de
un entorno armonioso, de objetos en los que se ha empleado una
preocupación estética, lo impregna todo. Esa propensión a la
belleza va mucho más allá del entorno, se extiende al vestido, a la
presencia física, a la forma de moverse en los espacios, de ejecutar
las rutinas diarias. Todo regido por estrictos códigos adquiridos y
reproducidos hasta hacer una conducta estética de la rutina diaria.
Preocupación constante por rodearse de la belleza que brinda la
naturaleza, por hacer de la simplicidad un ritual de elegancia
natural. De esta forma, no puedo por menos que pensar que hay algo de
genético y transmisible en esa forma suave y elegante que tienen los
japoneses/as al mirar el mundo.
Pierre Loti
habla con prodigalidad sobre las casas que habitan, los vestidos, las
sombrillas, los peinados, toda la vida cotidiana que pudo apreciar al
convivir en Nagasaki. Admirándolo y poniéndolo en constrate con lo
que los europeos adoptamos y reinterpretamos a la hora de hacer
nuestro lo "oriental". Habla de japonerías, resaltando lo
poco que tienen que ver con el modelo original. Hace algún año
CaixaForum organizó una exposición a la que tituló: Japonismo, la
fascinación por el arte japonés. Se analiza el flechazo del arte
japonés en el Paris de finales del siglo XIX al igual que su
influencia en España. Tuve la suerte de verla y, aunque posiblemente
un japonés fetén se extrañaría, yo quedé fascinada.
"Lo
que sorprende desde el primer momento en los interiores japoneses es
la limpieza minuciosa y la desnudez blanca, glacial. Sobre esteras
irreprochables, sin una arruga, sin un dibujo, sin una mancha, se me
invita a subir al primer piso, a una gran sala en la que no hay
nada, abasoluamente nada. Las paredes de papel están formadas por
bastidores plegables, que, en caso de necesidad, pueden entrar los
unos en los otros; todo un lado del departamento se abre en galería
sobre la campiña verde, bajo el cielo gris."
"Yo mismo me río
ante el recuerdo de ciertos salones llamados japoneses, abarrotados
de bártulos y tapizados con groseros bordados de oro
sobe la seda de exportación, vistos en las casas de hermosas
parisinas. Yo aconsejo a estas personas que vengan a ver cómo están
arregladas aquí las casas de personas de buen gusto
-que vengan a visitar las soledades blancas de los palacios de
Yedo-. En Francia hay objetos de arte para gozar de ellos; aquí,
para encerrarlos, bien clasificados, en una especie de departamento
misterioso, subterráneo, resguardado por rejas de hierro, llamado
godún. Sólo en raras ocasiones y en honor de algún visitante de
distinción, se abre este lugar impenetrable. Una limpieza aparente,
extrema en su conjunto, y una increíble preciosidad en los
pormenores infinitamente pequeños: tal es el modo japonés de
comprender el lujo interior."
Loti también cita al fotógrafo
japonés, Uyeno, que hacía el furor en el Nagasaki de la época. Un
poquitín de él .
"En cartas antiguas encerradas
en esta caja y dirigidas a Crisantemo reconozco los dos caracteres
que significan su nombre: "Kikú-San" (Crisantemo
señorita), y cuando la interrogo, me responde en japonés con un
aire de mujercita seria: "Querido mío, son cartas de mis
amigas". ¡Oh! ¡Qué lindas son estas amigas de Crisantemo! En
esta misma caja están sus retratos; sus fotografías pegadas en
tarjetas de visita que llevan al dorso el nombre de Uyeno, del
artista de Nagasaki"
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