Gueli Mijailovich Kórzhev |
Qué le
gusta a un espía? ¿Dormir en casa? ¿Pasear por el barrio? ¿Ir al
cine? Ni repajolera idea, pero vamos a imaginar que no cuesta nada y
es divertido. Tenemos dos espías, uno más que otro, dos personajes
cinematográficos basados en otros tantos reales y un medidor clase
media alta americana. Son menos glamurosos que los espías literarios pero
mucho más interesantes, más cercanos a la persona de a pie, a
cualquiera de nosotros. Personajes que en un momento dado de su vida
se convencen de que su patria les necesita y su trabajo se presenta
como fundamental para el bienestar de su familia, amigos, entorno, su
propia sociedad y sistema de valores. Entonces, dar el paso marcará
un antes y un después en su vida.
Estos
personajes que un buen día se transforman en anónimos héroes
sacrificados pudieran tener inclinaciones artísticas y admirar la
vanguardia más rompedora, lo último de lo último, o quizá estar
chiflados por los clásicos que alimentan páginas en los manuales de
arte. Sea como sea, lo único cierto es que al espía ruso de nuestra
historia le gusta pintar y eso es un dato prometedor. No sabemos más
y le vamos a imaginar al tanto de la movida americana años 60
pero también del arte realista socialista comprometido con la
causa, aunque según se atisba en la peli, no es su estilo.
Y al
mediador americano le vamos a adornar su salón bien surtido con la
vanguardia más intelectual, con los representantes más
rupturistas, expresiones del interés puro por la pintura como
objeto y objetivo en sí mismo, le vamos a colgar en el dormitorio un
Pollock (puede que le tensione más que lo vivido en Alemania)
Acabo con una caricatura sobre la época. Arte crítico
No hay comentarios:
Publicar un comentario