CRUJIDO DE
SEDA SALVAJE
Llamada de
atención al amante de cuentos. Aviso a todo aquel y aquella
interesados en historias pequeñas que ofrecen más de lo que a
primera vista parece, con argumentos sencillos que ocultan más de lo
que muestran. Invitación a pasar un rato muy, muy agradable. La
historia se enclava en la segunda mitad del siglo XIX. Un comerciante
francés de seda, viaja de forma reiterada a Japón en busca de
capullos de gusanos de seda para elaborar en Francia el preciado
tejido. En su primer viaje queda impactado ante la imagen de una
muchacha que acompaña a su proveedor japonés.
Asumo un
riesgo indebido, seguramente, al calificar al relato de Alessandro
Baricco de cuento, no obstante es esa la impresión que he tenido al
leerlo. Breve y condensado. Nada sobra. El autor no está para
desperdiciar ni un espacio en adjetivos redundantes ni en sustantivos
vacíos. ¿Qué necesidad hay de ocupar reglón tras renglón cuando
lo que hay que decir se puede expresar bien condensadito en espacios
micro? Ninguna, cierto, pero hay que ser muy bueno para hacerlo. Eso
sí, cuando hay que jugar con la prosa, se juega. Repeticiones como
la descripción del trayecto del protagonista a Japón ("Cruzó
la frontera cerca de Metz, atravesó Württemberg y Baviera, Entró
en Austria, llegó en tren a Viena y Budapest, para proseguir después
hasta Kiev. Recorrió a caballo dos mil kilómetros de estepa
rusa..." ) nos transmiten la fatiga y esfuerzo del prota
pero sobre todo crean en el relato un ritmo cantarín. El estilo de
las estrofas de las canciones que repiten un encabezamiento o un
final dando musicalidad y juego.
Así,
apelando a los trucos propios de los juegos de niños de letanías
sonoras y cantarinas Baricco intenta recuperar en el adulto, al cual
va dirigido el relato, el gusto por los cuentos infantiles que todos
recordamos. Relacionado el estilo sintético y rico junto con esas
repeticiones, he tenido la tentación de la lectura en voz alta. Hace
mucho tiempo que no recibo la tentación del paladeo sonoro de las
palabras, de su efecto al oído y es una práctica que con algunas de
mis primeras lecturas realicé con verdadero gusto y luego olvidé
posiblemente por vergüenza, practicidad o porque al crecer
abandonamos un montón de cosas pequeñas que colorean la vida.
Seguro que en su lengua original, el italiano, suena a canción
popular, armoniosa y suave.
Además,
algunas de las cosas no son exactamente lo que parecen. Hace ya algún
tiempo, leí que los cuentos no se deben explicar. Su virtualidad
está en su aparente sencillez y en que cada oyente, normalmente
niños que comienzan a conocer cómo es la vida a través de estos
relatos, entiendan la trama hasta donde estén capacitados y ese es
el objetivo. Que cada uno llegue hasta donde pueda. Si se vuelve a
topar con el mismo cuento unos años más tarde, será otro relato
diferente puesto que si es un buen cuento le ofrecerá las cosas a
las que no pudo acceder en su primera vez. A Seda lo dejo en
la estantería esperándome a que yo crezca un poco más, sin pasarme
de madura, para poder contarme algo más sobre el fabricante de seda
protagonista del cuento.
Hasta ahí
la forma, el estilo, el envoltorio, el cómo está construida la
historia, pero si tiramos del hilo que compone el capullo, uno de
esos que Hervé Joncour trae de forma amorosa desde Japón, no
aparece únicamente un hilo. Puedes hilvanar el tejido con el hechizo
de lo oriental. El mundo occidental de la segunda mitad del siglo XIX
rendido ante el embrujo de todo lo procedente del Este. Los viajes,
la aventura, los descubrimientos, todavía no estaba lleno el vaso de
la admiración por los diferentes mundos que componían el único que
habitamos y nuestra sensibilidad de occidentales prepotentes y
autosuficientes no podía evitar caer bajo el influjo de mundos
lejanos con aroma a té y sonoros crujidos de seda salvaje. Sí, la
seda, objeto de lujo desde que los chinos dejaron a los occidentales
con la boca abierta al envolverles en ese tejido suave como nunca
habían conocido, cálido en invierno y fresco en veranos. Sensual,
evocador, misterioso, inaccesible: la seda. Y no en vano, el
protagonista es un experto en el comercio de la seda.
Otro hilo
que compone la historia y del cual se ha tirado en muchas ocasiones a
lo largo de la historia de la literatura, sin perder un ápice de su
interés, es la tentación de lo prohibido. La capacidad de los seres
humanos para desear lo que no podemos obtener. Anhelar hasta lo
irracional lo inalcanzable. Aquí, como en tantas otras cosas, la
sabiduría popular tiene reflexiones para contentar a todos los
gustos. No desees algo muy intentasamente no sea que lo
obtengas, aunque si eso no es lo que quieres oír, siempre te
puedes quedar con el que dice que No hay mejor beso que aquel que
nunca se ha dado. Mundo difícil
éste de las pasiones, que claro, obligatoriamente
irracionales. Y a este hilo
se le
une
el del amor reposado, tranquilo, generoso, profundo. Para gustos,
para etapas, para individuos...
Por
terminar con un ejemplo de la sección Los bonitos algo
que no puede faltar en un texto escrito con gusto, estilo e
intención: "Una vez había tenido entre sus dedos un
velo tejido con hilo de seda japonés. Era como tener la nada entre
los dedos."
(Absolutamente recomendable la edición ilustrada por Rebecca
Dautremer, de Contempla. La ilustradora merece una entrada aparte)