Un poco de Velázquez, un poco de Goya, un poco de Picasso. Un poco, sin empachos, para pararse y paladear estas tres versiones del arte de la guerra, del arte de matarse los unos a los otros.
Empezamos
con la elegancia, la honorabilidad, con el realismo naturalista del
pincel de Velázquez.
Es esta
una visión caballerosa sobre la demostración de lo vil que puede
ser el hombre con sus iguales. En Velázquez la rendición de un acto
de guerra se convierte en algo noble, una demostración de que esas
situaciones también sacan lo mejor de cada cuál. Lo único que le
falta es la banda sonora que eleve a la categoría la acción.
Le sigue
Goya. El horror, la crueldad, guían al aragonés con un dibujo
cortante y desprovisto de color. Los desastres de la Guerra ponen
encima de la mesa la afirmación clásica de Hobbes de que el hombre
es un lobo para el hombre.
El tercero
es Picasso y con él aparece la hondura espiritual del horror que
prescinde de la imagen fácilmente reconocible. Utiliza el cubismo
para verlo todo y sentirlo todo. El Guernica como símbolo.
Cercas
cita a los dos primeros y yo añado el tercero. Para elegir, o mejor
aún, para quedarse con los tres.
"
Se no ha olvidado, pero es así. En realidad, la gente casi
siempre ha pensado que las guerras son útiles, que sirven para
arreglar los problemas. Eso es lo que los hombres hemos pensado
durante siglos, durante milenios: que la guerra es algo terrible y
cruel pero noble, el lugar donde damos la auténtica medida de
nosotros mismos. Ahora esto nos parece una gilipollez, un delirio de
tarados, pero la verdad es que hasta los artistas más grandes lo
pensaban. No sé, tú ves La rendición de Breda, con el campo de
batalla todavía humeante y toda esa gente tan caballerosa, tan digna
en la derrota y tan magnánima en la victoria, y te dan ganas de
estar allí aunque sea como un derrotado: ¡joder, pero hasta los
caballos parecen inteligentes y generosos! En cambio, tú ves Los
fusilamientos del 3 de mayo, o Los desastres de la guerra, y se te
ponen los pelos como escarpias y de lo único que te entran ganas es
de salir corriendo. Claro, nosotros ya sabemos que Goya está mucho
más cerca de la realidad que Velázquez, pero
lo sabemos desde hace poco; o quizá simplemente es que Goya
pinta la guerra tal como es, mientras que Velázquez la
pinta tal como nos gustaría que fuera, o tal como durante siglos nos
imaginamos que era. Sea como sea, seguro que cuando se fue a la
guerra Manuel Mena tenía una idea de ella mucho menos parecida a la
de Goya que a la de Velázquez, que es la idea de la guerra que
siempre han tenido los jóvenes antes de ir a la guerra.” (J.
Cercas)
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