UNA GRAN ILUSIÓN
¿Será cierto que hay que tocar
fondo para resurgir? Ya, ya… el cambio es fantástico, modificar costumbres,
alterar rutinas, retoques vitales aquí y allí. Perfecto, pero que el cambio no
llegue hasta los cimientos. Y es que somos animales de costumbres. Nos gusta
salir del día a día para volver rápidamente a él. Siempre hay espíritus
inquietos que hacen del cambio y la diversidad su rutina, y haciéndolo marcan
la diferencia, pero me temo que no son la norma. Claro, la vida rutinaria tiene
sus ventajas. Nos proporciona seguridad, calor, nos adelanta placeres ante la
certeza de que llegarán. Hasta puede que la rutina sea una adaptación
evolutiva. Pero ¡corcho!, reacción, que con demasiada frecuencia nos
acostumbramos y acomodamos en la chapuza y aceptamos situaciones lastimosas por
miedo al cambio, a ir a peor. El prota. de la peli tiene que tocar fondo para
despertar y ver la necesidad de arremangarse y dar un manotazo en la mesa para que las cosas
empiecen a cambiar. En ocasiones los cambios son relativos, aunque en su
apariencia sean transcendentales, Lampedusa decía en su obra El gatopardo “todo tiene que cambiar
para que todo siga igual”, pero aun así, es necesario trabajar por el cambio.
Y con este punto de partida, nos
metemos de lleno en la historia de un pueblecito costero canadiense que
necesita encontrar un médico para que todo cambie y así, pueda seguir igual.
Este médico es imprescindible para que una fábrica se instale en la zona y cree
los puestos de trabajo que necesita el pueblo. Murray French (Brendan Gleeson),
apoyado por todo el pueblo, va a llevar a cabo la gran seducción e intentará
hacer que Paul (Taylor Kitsch), el médico, se quede entre ellos.
La historia trágica que está en
segundo plano es la lacra del paro que aniquila económica y psicológicamente al
que cae en sus redes. Acaba con proyectos, posibilidades, afanes y autoestimas
de todo el que toca, y como si de un virus se tratara, cuando contagia a un
colectivo, se propaga haciendo languidecer poco a poco a una población hasta
hacerla desaparecer. Pero teniendo este tema como telón de fondo, Don Kckellar
ha hecho una película divertida, una comedia con mil y un toques de humor que
aparecen tanto en los personajes como en
las situaciones. Diálogos, personajes y peripecias que te mantienen con una
sonrisa en la boca, a pesar de que la tragedia corre paralela. La peli está en
la línea de ese cine británico que despliega toda su capacidad humorística para
contarnos una situación dramática, a la manera de, por ejemplo, Full Monty. ¡Un
hurra por este humor!
Escenas para no perder detalle.
Todo el pueblo intenta convencer
al médico de que el criket es el deporte más practicado y seguido entre ellos.
Tanto la preparación como el desarrollo de la prueba son geniales. Aunque no le
va a la zaga la secuencia de dos telefonistas espía que quedan totalmente
descolocadas ante alguna de las conversaciones del médico con su novia.
Personajes e interpretaciones que construyen.
Brendan Gleeson y Gordon Pinsent
son el armazón de la peli y están perfectos, pero el resto de los secundarios
tienen su personalidad propia y están impecablemente dibujados. Los secundarios
siempre redondean una obra y aquí funcionan como piezas bien engranadas dentro
de un mecanismo.
Factura luminosa. Días claros, aguas transparentes, casas
coloristas. Dan envidia esas vidas sencillas y tranquilas en ese entorno
luminoso filmando con tanto mimo ¡Con el frío que debe hacer y lo que tiene que
llover¡
Secuencia a secuencia el director,
Don Kckellar, nos propone algunas situaciones de puro disparate y
consigue que las vemos con naturalidad, como parte perfectamente racional de un
plan perfecto. El ritmo no decae ni se para y admitimos lo difícil como
posible.
Inicio y final.
La peli comienza situando la historia
en el pasado, la memoria, del protagonista. En un tiempo no muy lejano pero que
ya ha desaparecido. Lo hace de forma muy poética, con imágenes bellas, en clave
lírica. El final, enlaza con este principio, en el mismo tono, y redondeando la
historia. Y aunque la opinión del prota. sobre la necesidad de marcarse
propósitos en la vida y llevar una existencia sencilla y digna, parezca tópica
o incluso ñoña, no por eso deja de ser cierta. La dignidad de lo sencillo bien
hecho.
No hay comentarios:
Publicar un comentario