EL ARTE QUE NOS ENSEÑA VALES
“Vilko
me esperaba en el andén de la Gare du Midi, que bullía con baúles, maletas,
bolsas de golf, armarios con ruedas, sombrillas, bigotes elegantes, turbantes
indios, señoritas que desafiaban la fidelidad matrimonial más acendrada,
jóvenes caballeros que provocaban momentáneos sofocos femeninos, flappers con
sus sombreritos de campana dispuestas a entregarse al charlestón o al tango en
cuanto se les presentara la menor oportunidad, vestidos matutinos a la antigua
usanza cruzándose con los sobrios y elegantes modelos al nuevo estilo de la
señorita Chanel.”
Poco antes de sumergirme en el
marasmo informativo que brinda la red, he recordado la imagen que me ha
prestado Vales de las flappers para convenir con él que fueron algo fuera de la
norma, puro arte. Practicaron una filosofía sin codificar.
Entendieron que la vida es breve,
frágil, injusta y maravillosa a un tiempo y llevaron a la práctica dicho
conocimiento. Apurar la vida sin pensar en el mañana. No hay largo plazo,
siquiera mañana. Solo existe el hoy.
Escandalizaron como norma y por
derecho. Fueron mujeres que se quitaron
el corsé social olvidándose de convencionalismos y autoridades
patriarcales. Reivindicaron la feminidad capaz y divertida. Y también acabaron con el corsé físico, Coco
Chanel al poder. Adios a las ropas femeninas biombos que ocultan y hola a los
vestidos que ya insinúan formas y a los peinados cortos descarados. El art decó toma posesión de vestidos y
joyas. Su indumentaria proclama a los cuatro vientos lo último en la moda de
diseño artístico.
El lazo de este pastel vital y
estético, el complemento definitivo es el coche.
El deportivo que conduce Beatrix Ross en la novela, un cabriolet Wauxhall del año 22, como
símbolo de independencia y trasgresión de la mujer. Un instrumento, por otra
parte, objeto de culto y admiración, y
si no que se lo pregunten a los futuristas de Marinetti para quienes un coche
era un objeto bello, una obra de arte. Pero si además lo conduce una mujer, un
delicioso escándalo.
Mientras estas mujeres de rompe y
rasga fueron la vanguardia de ese arte que se lleva puesto, en Paris, Picasso y
Braque, se devanaban los sesos, intentando plasmar la realidad como jamás antes
lo había hecho nadie. El resultado, el cubismo. Un antes y un después en el
arte pictórico
Appollinaire dijo: “Picasso
estudia un objeto del mismo modo que un cirujano disecciona un cadáver”. Esa es
la esencia del cubismo: tomar un tema y deconstruirlo através de una intensa
observación.
El cubismo consiste en el reconocimiento
de la naturaleza bidimensión del lienzo y categóricamente NO en el intento de
recrear una tridimensionalidad, como la de un cubo, por ejemplo. Para pintar un
cubo hace falta que el artista mire el objeto desde un único punto de vista,
mientras que Braque y Picasso miraban su objeto desde todos los puntos de vista
posibles.
(Will Gompertz, ¿Qué estás mirando? 150 años de arte
moderno)
Vales,
que es muy listo, hace de uno de sus personajes una pintora cubista
introduciéndonos (un aspecto más de aquellos años), dándonos una pincelada más
en la ambientación de la historia.
“Sí,
también se reservó mesa para la señora Chambers, una judía viuda inglesa que lo
pintaba todo cuadrado, siempre, aunque se tratara de una voluptuosa suripanta
rodeada de bolas de petanca y globos terráqueos.”
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