LOS VEINTITANTOS
Hay ciudades que deben su honor y
fama, su derecho a brillar con luz propia, el poder evocador que consiguen con
solo la pronunciación de su nombre, únicamente por un período histórico concreto. En
ocasiones dicho espacio temporal es breve pero con tal personalidad que la situaron en el mapa y lo
pasado antes o después en la villa, no tiene mayor importancia. Biarritz es una
de ellas, en esas primeras décadas del siglo XX. La ciudad fue destino
vacacional y de descanso de lo mejor de la sociedad europea y de lo más granado
de los trepas que acudían a su arrimo. La ciudad brindaba un clima benigno y
suave y la mejor pasarela social imaginable. Todos los recién llegados
esperaban ver y ser vistos por los que dictaban las reglas del saber estar. Esa
época deja impronta en la ciudad y, tanto la literatura de viajes adecuada como
las guías de viaje al uso dan fe de ello pudiendo rememorar una vida con perfume
de tiempo pasado, glamuroso y exclusivo, al recorrer sus calles y admirar sus
edificios. El propio Vales, al cual tuve
el placer de escuchar en uno de esos encuentros que los autores realizan con
sus lectores, se declaró totalmente rendido a la magia de ciudades como
Brighton, Niza, Batha, Capri, San Sebastían
o la propia Biarritz.
“Y si durante la noche Biarritz era un
prodigio de diversión y entretenimiento, por el día reinaban la elegancia y la
cortesía. Las sombrillas y los sombreros más finos, adornando las bellezas de
París, Londres, Sarajevo, Varsovia, Moscú, Madrid y San Sebastián, paseaban por
la promenade, frente al Casino, y las damas con espíritu más deportivo
alcanzaban incluso el Rocher de la Vierge o incluso el puerto Viejo”
“La
guerra había concluido y, a pesar de los espantosos desastres que sembró por el
continente, los europeos parecían decididos a tomarse la revancha: era como si
estuvieran deseando consumir todo el champán que no habían podido beber durante
la contienda, como si los músculos se hubieran desentumecido y estuvieran
deseando entregarse al charlestón, o como si las polillas se hubieran zampado
todos los ampulosos vestidos de antaño para dejar al aire los encantos y la
belleza de los jóvenes.”
Cierto, la Gran Guerra había
concluido y los felices y locos años 20 estaban en su esplendor, pero corriendo
de forma paralela a este mundo, se estaban formando ideologías que acabarían
por desembocar, de nuevo, en otra guerra mundial, eran los fascismos.
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