Película
¡BIENVENIDO SR. YIMOU!
Recuerdo la
primera vez que vi La linterna roja. Entré en el cine por
casualidad y salí impactada. Entonces, como ahora, no tenía ni idea
de cine chino y fue únicamente la institución o el cansancio de ver
en la pantalla los problemas y la formas occidentales de siempre,
los que me empujaron a arriesgarme con el cine oriental. ¿Quién era
ese Yimou que con tanta ternura contaba tragedias envueltas en una
estética que emociona?
Ha pasado el
tiempo y Yimou ha ido destilando joyitas. He intentado ver todo lo
que he podido de él y el balance ha sido muy positivo: Sorgo
rojo, Semilla de crisantemo, Hero, La casa de las dagas voladoras, La
maldición de la flor dorada, Amor bajo el espino blanco... De
nadie se puede decir que todo lo que hace es una obra maestra pero
Yimou forma parte de esos cineastas de los que procuro ver todo lo que
hacen, y llega a mi ciudad, porque rara vez me deja indiferente.
Zhang Yimou es único mezclando la dureza y la ternura. En Regreso a casa
Yimou narra la historia
del preso político Lu Yanshi que vuelve a casa al finalizar la
Revolución Cultural y no es reconocido por su mujer. Como en otras
obras suyas, la tragedia siempre está rodeada de cariño, compasión,
amor, a veces de resignación, impotencia. Es como si cada acto
brutal , y Yimou aquí no tiene ningún reparo en mostrar el lado más
duro de la vida, estuviera acompañado de una cierta cantidad de
ternura y compasión. No hay lado bueno sin que se compense con el
malo, o viceversa, y el cineasta chino es un maestro en la mezcla y
dosificación de estos ingredientes. En cuanto a su mundo estético
es otro ámbito en el que es magnífico. Cuando Yimou se lanza a
contar una historia épica o anclada en épocas históricas toda la
sensibilidad estética oriental estalla en la pantalla dejándonos
sin habla. Color, luz, encuadre, ritmo creando el universo Yimou.
Incluso cuando no hay nada estéticamente bello que reflejar, como en
Regreso a casa, Yimou encuentra serenidad, belleza en la
pobreza, en la rusticidad, en lo feo. Esa mezcla entre la ternura y
la dureza aparece ya al inicio de la película, en la primera escena,
en la que un grupo de bailarinas de ballet adolescentes preparan una
danza con un fusil como parte de la representación.
En sus
historias, sus personajes son héroes, empeñados en grandes hazañas
o simplemente en el duro empeño de sobrevivir. Algunos revestidos de
una posición social que así lo atestigua, igual que las acciones
que llevan a cabo. Otros, y estos son los más interesantes, son
personajes tocados por la fortuna que les ha obligado a vivir
historias duras, algunas veces con grandes tragedias, en otras con
dramas cotidianos. No obstante, siempre están revestidos de una
dignidad que los hace admirables, sea cual sea el resultado de sus
acciones. En Regreso a casa, los protagonistas son héroes
anónimos intentando sobrevivir durante la época maoista de los años
50.
Siempre hay
detrás una historia. El guión no necesita de artificios ni efectos
especiales porque lo que tiene que contar es suficiente para mantener
la atención y explicarse a sí mismo. Además, cuando crees que ya
ha mostrado todas las claves de la historia suele aparecer un nuevo
giro que complica a la vez que explica la historia.
No hay
grandes parlamentos puesto que las imágenes y el trabajo de los
actores hablan por sí solos. Y aquí hay que destacar a Gong Li que
ya estaba con Zhang Yimou en La literna roja y que ha ganado
con el tiempo en intensidad y maestría. ¡Qué capacidad de
expresión tiene esta mujer! Podría destacar dos escenas, por poner
ejemplos concretos, en los que Gong Li lo dice todo sin decir nada.
Una de ellas ocurre, al poco de empezar la película, cuando no abre
la puerta al hombre que está al otro lado. La otra se produce
cuando su marido toca para ella al piano. No digo más, hay que
verla.