GEOGRAFÍA Y PAISAJES
Si
tuviera que promocionar las bondades naturales y paisajísticas de
Texas no estarían entre las estampas más favorecedoras los
fotogramas de Comanchería. Llanuras herbáceas infinitas
atravesadas por desoladas carreteras; montañones ásperos que no
invitan a perderse por sus senderos; pueblecitos escasos y apenas
transitados que aparecen como la adaptación siglo XXI de aquella
suma de casas con aspiraciones del lejano oeste; ranchos polvorientos
que han conocido mejores épocas. La adaptación humana en esas
latitudes es para los más resistentes, para aquellos que se han
hecho duros como el entorno o no han podido salir de él.
Los
horizontes infinitos invitan a soñar, pero también son
desasosegantes y amenazan con tragar cualquier intento de escape. La
naturaleza impone los normas y no parece estar dispuesta a cambiar
por muchas carreteras que la atraviesen, son caminos de paso que no
dejan huella en el carácter de la geografía. Engullen al ser humano
y sus tentativas de cambio.
Los
espacios humanos, esos pueblecitos limitados en extensiones
ilimitadas, son motas civilizadoras que apenas parecen contener lo
necesario. Sociedades exiguas, bien avenidas o encontradas a fuerza
de roce diario y de imposible escapatoria. Casas, unidades
familiares, perdidas en la inmensidad del paisaje que invitan a
filosofar o a mofarse de todo lo que no ayude a superar el día a
día, a sacar de la tierra lo necesario para seguir adelante.
El
paisaje es otro personaje más en la película. Ésta tendría otro
aroma si se encontrara anclada en otra geografía y estuviera rodada
y fotografiada con otra sensibilidad. El director, David Mackenzie,
lo sabe y Giles Nuttgens, responsable de la fotografía, también.
Conseguir que un paisaje, un entorno, acompañe y modele a los
personajes es un trabajo artístico al que se suma la pura
contemplación estética. Mirada ésta que eleva al rango de lo
estéticamente admirable lo cotidiano, lo destartalado, lo decadente.
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