Borrón y cuenta nueva. El valor y
la obligación de levantarse y seguir adelante cuando la vida se empeña en
hundirnos, cuando se interpone en el transitar diario un plan que no estaba
previsto, algo no calculado que cambia la vida. Un quiebro en la sacrosanta y
cómoda monotonía diaria que abate y transforma. Un antes y un después. La
necesidad de lamerse las heridas y seguir ¿qué si no? Dos ejemplos encarnados
en dos personajes centrales del libro, de esta sana práctica del tirar para
delante, porque suceden cosas, porque la vida es larga, porque es muy sano aprender de los golpes bajos que encajamos,
porque solo se vive una vez y porque, ¡qué puñetas! estamos obligados a
intentar ser todo lo felices que nos propongamos. Objetivo: el olvido.
Tengo una amiga que es una voraz
lectora de morro fino. Es ella la que en ocasiones me ha aconsejado lecturas
que nunca me han dejado indiferente. En el caso de este libro ella me hubiera
dicho que es “literatura de playa”. Que no se me mal interprete: entretenida, ligera,
sin más pretensiones que el buen entretenimiento, que no es poco. No me voy a
poner estupenda, porque si fuera así estaría menospreciando algo que ni en el
mejor de mis sueños yo podría imitar. Los caminos de la lectura son tortuosos e
impredecibles. No estoy en la línea de los popes literarios que menosprecian
los betsellers por el hecho de ser una lectura de masas (El Quijote también es
un superventas que ha perdurado a través de los siglos). Lo buenísimo siempre será
mejor que lo bueno, pero yo no pierdo ocasión de disfrutar de una buena historia, que los
caminos de la lectura son infinitos (yo empecé con Mortadelo y Filemón y el
abanico de mis lecturas no deja de crecer)
Me gusta la narrativa ágil de la
Dueñas. Se corre alegre a través de su prosa narrativa. Nos conduce magníficamente con ella dibujando a dos personajes fundamentales:
Carter y Fontana. Además, al introducir el devenir de ambos personajes,
cosiéndolos a la historia de la prota., saltamos en el tiempo y en el espacio,
de la manera más agradable y ligera. .
Una reflexión interesante y
siempre oportuna. El papel de los intelectuales ante el presente. En los años
50 y ahora. “Y aunque jamás imaginé que
me vería defendiendo esta postura, he llegado a la conclusión de que mal camino
llevaría este país si todos los intelectuales se escondieran como yo en una
caverna pretérita, ausentes y ajenos, sordos, ciegos y mudos ante el presente
que nos rodea”, lo firma un personaje de la novela.
Joyitas pequeñas:
Inicio:
“A veces la vida se nos cae a los pies
con el peso y el frío de una bola de plomo”
Mimando
el trabajo de investigación: “Apenas me había molestado en advertir los
trazos de humanidad que por fuerza se escondían en cada página del legado:
agazapados entre las líneas, embozados tras las frases, suspendidos como arañas
en los trazos de cada palabra”
Labor
docente de calidad: “Le habló de
trigonometría, declinaciones y empeño; de poetas, fórmulas químicas y tesón. De
ecuaciones y sintaxis, de entereza”
El
poder de la evocación: “El día transcurrió
entre el humo de las tortillas y el ruido de los tomates al triturarse.
Mientras con una mano batía huevos, con la otra espantaba a los fantasmas que,
gamberros, me acosaban sabedores de la magia que tienen los olores para
devolvernos al pasado y sacarnos las emociones de las entrañas”
“Sonrió entre su barba
clara. El gesto de siempre, el de los días en que entre nosotros había sol”
¡Ah, los días con sol!