Película
MAFIA Y TIERRA
La
familia, siempre la familia. Ese entresijo de relaciones de sangre que no
se eligen y se disfrutan o/y se padecen,
según toque en suerte. A la familia-tipo más habitual, si esto se puede decir
de una familia, la familia mafiosa añade características propias que la hacen muy
especial. Sus relaciones fraternales hacen que se pueda huir de sus orígenes y
por muchos kilómetros que se ponga de
por medio la sombra alargada de la familia siempre le alcanza a uno.
La
historia que narra Francesco Munzi en su película se centra en los hermanos
Carbone, dedicados, exceptuando al mayor, al negocio del tráfico de drogas.
Originarios de un pueblecito de pastores de Calabria, tienen en éste sus raíces
es allí donde se desarrolla la historia. Cuando el hijo de uno de ellos, una
nueva generación, quiere entrar en el negocio se desencadenan una serie de
acciones guiadas por los pactos y el honor familiar.
Mafia dura, poderosa y nada exhibicionista,
mimetizada con la geografía. Sus integrantes poseen dinero y poder, y saberse
poseedores de la facultad de vida y muerte
es su característica más definitiva. Pero el hacer ostentación de todo
su poder está fuera de lugar. Es algo muy claro en la imagen en la que uno de
los protas. regala a su madre una joya, un collar, y ella se encoge de hombros
respondiéndole que no va a tiene ni lugar ni ocasión para lucirla, dicho esto
en la casa familiar enclavada en un entorno rural detenido en el tiempo y por
el que la modernidad ha pasado de largo.
Mafia enraizada que cala hasta los
huesos de todas y cada uno de sus vecinos y en todo tipo de asuntos. Así, uno
de los vecinos pide un favor porque le molesta un coche que todas las noches
aparca debajo de su ventana perturbando su descanso.
Mafia que hereda tierras, relaciones
personales y rencores. El individuo es de donde nace, por muy lejos que
esté, pertenece al lugar de sus mayores. De igual manera que uno es rubio o
moreno, bajo o alto por código genético, así también uno pertenece a un bando o
a otro, y eso no entra en discusión.
Mafia y religión católica. Puro delirio.
Aquello de matar tiene un pase cuando el cadáver es de los otros. Se mata por
la noche y se reza por la tarde. Hay un velatorio digno del mejor cine
neorrealista italiano. Idiosincrasia mafiosa.
Más
unidos a la tierra de nacimiento que los bosques que cubren sus montañas. Y
ahí, la cabra, que aparece en varias
ocasiones en la peli, lo hace como
animal totémico, aglutinante de una forma de festejar y de vivir, además de ser
soporte económico.
Mafia a la europea, pata negra: diálogos y
actores. Los diálogos comparten con la geografía su parquedad, dureza y
necesidad. No sobra nada, nada está de más. Ni rastro de la verborrea italomediterránea tópica. Gente dura. Y
los personajes están hábilmente dirigidos e interpretados en esa dirección
alejándose de la acción para concentrarse en los sentimientos por los que
atraviesan.
Escenas, perdérselo sería una tontería. Junto con
la escena del velatorio, antes citada,
aquella que cuenta una comida familiar-social, a las
puertas de una casa familiar, en la plaza del pueblo. Se convierte en una
radiografía de los valores familiares del clan, el respeto a la autoridad de
los mayores, a la tradición, a la vida pegada a la tierra, a los lazos de sangre…