Película
EL PRECIO DE LA GUERRA
¿Qué diría
Napoleón si levantara la cabeza? Le costaría cerrar la boca y
recobrar el habla, seguro. Yo apostaría por la admiración mezclada
con el disgusto. La guerra ya no es lo que era. Lo de matar sin
consuelo se ha refinado de forma impensable hasta para un soldado
disciplinado y aguerrido de hace un par de centurias. Lo del avión
al servicio militar ya le costaría digerirlo a Napo, pero batallas,
escaramuzas, contiendas planificadas con drones... lo dicho, me
gustaría ver su cara.
Armas
inimaginables para la época del francés son realidad ahora.
Alcance inaudito, destrucción masiva, riesgo mínimo. La
comunicaciones entre los mandos de un mismo bando o ejército son
instantáneas, así la coordinación es completa. El corso pensaría,
con una leve sonrisa, en sus mensajeros, literalmente corriendo en
un intento por enlazar ordenes a ejecutar para que la descoordinación
e incomunicación no diera al traste con una batalla o acción
impecablemente diseñada. Aunque también es posible que mostrara
cierto disgusto en la forma en que tejen muchos de los militares de
oficio actuales las contiendas, escaramuzas, ataques. El mando de
turno se levanta por la mañana y va a la oficina. Enciende, junto
con sus ayudantes, asesores militares, jurídicos, políticos..., un
panel de pantallas enlazadas al consiguiente satélite. Se da la
orden al piloto a distancia de drones y la acción se produce a miles
de kilómetros. Al final de la jornada laboral-guerrera, a casa a
dormir con la mujer o el marido, según caso. Pero ¿dónde está el
arrojo, la valentía, el honor, el apoyo a la tropa, las arengas,
todo aquello que ennoblece al oficio? pensaría Napoleón.
La
película Espías desde el cielo narra el
desarrollo de un ataque mediante dron a unos terroristas en alguna
parte de Kenia. Es puro divertimento muy bien hecho pero plantea
temazos alrededor de la guerra y la ética, términos estos
antagónicos pero que siempre vienen de la mano. Guerra
modo on-line que se asemeja peligrosamente a una película de
acción. Guerra muy bien diseñada que mata con mayor efectividad y
atrocidad que en ninguna época. Los asaltos se televisan dotándolos
así de una connotación de film en el cual los sucesos parecen pura
ficción. Quién decide y toma decisiones sobre la vida de los demás
está en la oficina. Pero también lo vemos en directo como
espectadores horrorizados durante cinco minutos, fijando la atención
en otro lugar al siguiente instante, igual que hacemos al ver una
peli. Los que sufren son otros y están lejos. Guerra preventiva.
Actuar antes de que suceda algo posible para evitar un mal mayor. Me
ha venido a la cabeza Tom Cruise en Minority Report. Cruise
encarna a un
poli dedicado a "encarcelar" a probables asesinos evitando
así que cometan el delito, es decir, evitar lo que todavía no ha
sucedido, hasta que le toca a él. Sobre George W Busch y
su ocupación preventiva de Irak en 2003, ni hablar. Es
un camino minado en el que nos adentramos alegando actuar para
prevenir males mayores.
Además, por esta senda desembocamos rápidamente en los "daños
colaterales". Es obligado asumirlos puesto que se intenta evitar
un mal mayor. Al que le toca, pues eso, mala suerte, que hubiera
estado en otro lugar, en otro momento. Y no es menor la hipocresía
de la que se hace gala cuando se toman este tipo de decisiones.
Invito al futuro espectador de la película a que dedique un
pensamiento a comprobar a quién verdaderamente le importan los
resultados colaterales de sus actos si no hay
implicaciones jurídicas o políticas por medio. Vana ilusión
introducir a la ética en
estos enjuagues,
pero ¡corcho! como no la introduzcamos aunque sea a empujón, ahora
que ya tenemos a las máquinas/drones en la batalla, me veo pasado
mañana esquivando balazos de los terminator.
Estas
ideas
sobre la película vienen a
posteriori porque mientras estás metida en la batalla lo único que
hay que hacer es disfrutar y pasar un mal rato muy agradable con todo
lo que ofrece el film.
La
acción transcurre en escenarios múltiples (USA, Reino Unido, Kenia, ciudades del mundo donde se encuentran políticos de viaje)
y casi casi en tiempo real, lo cual resulta ágil y te ves decidiendo
y dudando a la par que los protagonistas. Hay que agradecer a
Gavin Hood (director) y Guy Hibbert (guionista) como han sido capaces
de crear amenidad y tensión durante todo el film, aun cuando
el espectador intuye
por dónde va a transitar la solución.
Las interpretaciones impecables. Hay un reparto de peso, calidad y
solvencia encabezado por Helen Mirren y Alan Rickman.
La
imagen para recordar. En realidad son dos que hay que enlazar. La
primera se produce al poco de
empezar la película. Se trata de
un pequeño diálogo que mantiene Alan Rickman al
objeto de comprar una muñeca
para la que intuimos es su hija. El
sentido de este detalle sin importancia para la acción de la
película llega casi al finalizar la misma. No la adelanto, la
destruiría, pero al enlazarlas aparece un mensaje muy claro sobre un
tema fundamental en la
película. Efectivo, muy efectivo.