26/9/13

Historia 10. De España al Japón, LUIS DE OTEYZA

HISTORIA

EL MUNDO DEL QUE OTEYZA SALIÓ

Madrid, años 20


Es difícil entender algo de la historia española de comienzos del siglo XX sin haber buceado un poquitín en nuestro siglo XIX. Las ocasiones en  que lo he hecho, he tenido la impresión de encontrarme con una sociedad que pareció perder la perspectiva no digiriendo la pérdida de su pasado colonial y manifestándose incapaz de implantar una plena democracia. Pues nada, nuestros paisanos mirando hacia otro lado y no logrando encontrar el camino hacia el futuro. Pobrecitos míos, bien sé que es muy fácil juzgar desde mi cómodo punto de mira. Pero la historia es muy tozuda e incapaz de de olvidar tanto los aciertos como los fracasos. Me callo y doy voz a los profesionales.

“Tras el fallido intento de instaurar un régimen democrático durante el Sexenio (1868-1874), se restauró la monarquía borbónica y España volvió al liberalismo censitario. El nuevo sistema político, ideado por Cánovas del Castillo, se fundamentó en la alternancia en el  poder de dos grandes partidos, el conservador y el liberal.

La Restauración duró más de cincuenta años (1875-1931), con una importante inflexión en 1898. Durante  este largo período, que abarca los reinados de Alfonso XII y Alfonso XIII, con el interregno de la regencia de María Cristina, se consolidó un régimen constitucional y parlamentario. Pero nunca llegó a ser plenamente democrático y estuvo dominado por una burguesía oligárquica apoyada en un capitalismo de base agraria.

Con el paso del tiempo, los dos partidos hegemónicos se fueron descomponiendo y no fueron capaces de dar entrada a las nuevas fuerzas emergentes, como el obrerismo y el republicanismo, para ensanchar la base social del régimen y darle estabilidad. En 1898, la pérdida de las últimas colonias españolas, Cuba y Filipinas, sumió a la Restauración en una gran crisis política y moral, conocida como el “desastre”, que resquebrajó los fundamentos del sistema y planteó la necesidad de iniciar un proceso de reformas que modernizaran la vida social y política del país (regeneracionismo)

Crisis de la Restauración 1898-1931.
El desastre de 1898 produjo una conmoción general en el país. Como consecuencia, el régimen de la Restauración entró en una nueva fase, que vino marcada por la subida al trono de Alfonso XII, al cumplir la mayoría de edad en 1902, y que finalizó en 1931 con la caída de la monarquía y la proclamación de la Segunda República.

Durante este período, una nueva generación de políticos y nuevos movimientos sociales (republicanismo, obrerismo, nacionalismo) irrumpieron en la vida española. El régimen de la Restauración fue incapaz de ensanchar su base social hacia esas nuevas fuerzas, que se mantuvieron siempre al margen del sistema y dieron lugar a un aumento de los conflictos sociales y políticos. Entre 1898 y 1912, los partidos dinásticos (Conservador y Liberal), con sus dirigentes principales, Antonio Maura y José Canalejas, intentaron una modernización del sistema. Pero a partir de 1912, la continua decadencia y fragmentación del régimen dio lugar al fortalecimiento de la oposición republicana, obrerista y nacionalista.

El problema colonial en Marruecos y el impacto de la Gran Guerra agudizaron los conflictos, que estallaron el los sucesos revolucionarios de 1917. La incapacidad del sistema de la Restauración para renovarse y democratizarse acabó propiciando la solución militar y, en 1923, el golpe de Estado de Primo de Rivera dio origen a una dictadura hasta 1930. El compromiso de la propia monarquía con el nuevo régimen desembocó en su caída en abril de 1931.

La derrota militar, del desastre  del 98, tuvo también consecuencias en el ejército. () En el seno del ejército fue tomando cuerpo un sentimiento corporativo y el convencimiento de que los militares debían tener una mayor presencia y protagonismo en la vida política del país. Esta injerencia militar fue aumentando en las primeras décadas del siglo XX y culminó en el golpe de Estado de Primo de Rivera, en 1923, que inauguró una dictadura de siete años, y en el protagonizado por el general Franco en 1936, que provocó una guerra civil y sumió a España en una dictadura militar de casi cuarenta años" (J. Aróstegui Sánchez; M. García Sebastián; C. Gatell Arimont)

                                  

Ojo a la reflexión de Oteyza en Filipinas. 

"¡Qué espanto y qué vergüenza! Cuando la proximidad de la salida del sol tiñe de rojo el horizonte, me parece que es el reflejo de la sangre española vertida veintiocho años atrás. Pero, no; esa sangre ha desaparecido: la que cayó en el mar la arrastraron en seguida las olas y la que cayó en tierra fue pronto lavada por las lluvias tropicales. Tampoco ese tinte rojo refleja el rubor de España. ¡Si todo se debió a la fatalidad! No hubo culpables... Y es la prueba que todavía no se ha exigido responsabilidad a nadie, aunque con el tiempo transcurrido, tiempo, lo que se dice tiempo, no ha faltado. Tal vez faltasen ganas. Pero ya se acerca el día... Dejemos esto, como tantas otras cosas, provisionalmente.”
                 
Si se quiere más sobre Filipinas
y sobre Primo de Rivera



 EL MUNDO AL QUE OTEYZA LLEGÓ

Hong Kong, años 20

Cuando Occidente perdió el sentido común y se creyó tan superior como para pensar en dirigir el destino del Planeta entero. Colonialismo e Imperialismo, una más de las tropelías de nuestra cultura. No sé si sirve de mucho horrorizarse. Llegados a este punto, creo que es mejor encajar ese gol metido en la propia meta de nuestra ética occidental, aprender de lo hecho, corregir (aunque viendo el mundo, ni aprender, ni corregir, ni nada de nada) y mirar hacia delante. Me quiero poner pelín positiva y por ello debo decir, que además de exportar prepotencia, también “inventamos” el Renacimiento y conseguimos dar a luz  a la Ilustración (bueno, un intento de equilibrar la balanza y no acabar hundida en la miseria). Voz,  otra vez a los profesionales.   

“Aprovechando su superioridad técnica, militar y financiera, Europa se lanzó al dominio político y económico del resto del mundo. Esta preponderancia se plasmó en términos de dominio territorial, y entre 1870 y l914, las principales potencias económicas realizaron una gran expansión fuera de sus fronteras, creando sendos imperios coloniales.

Esta expansión comportó, por un lado, la explotación directa de los recursos de África, de América latina y de Asia y, por otro, la dominación política de gran parte de esos continentes, ya que la mayoría de las colonias eran directamente administradas por la metrópoli.

Europa en Asia.
China, que no fue ocupada por ningún país, aunque los europeos consiguieron, a principio del siglo XIX, establecer algunos enclaves comerciales. Los ingleses equilibraban las compras de té y seda chinos con la venta de opio que traían de la India. En 1839, el gobierno chino prohibió la entrada del opio, pero los ingleses continuaron vendiéndolo. El conflicto desembocó en las guerras del opio (1839-1842 y 1856-1860) gracias a las cuales el gobierno británico consiguió el enclave de Hong Kong y la apertura de doce puertos al comercio internacional, lo que evidenció la debilidad del Imperio chino ante Occidente. Así, entre 1885 y 1911, se produjo un verdadero asalto a China por parte de los países europeos y de Japón. Francia se situó al sudoeste; Gran Bretaña, en el sur y en el río Yangtsé; Rusia y Japón, en el nordeste, alrededor de Manchuria; y Alemania y Gran Bretaña en la península de Shandong.
                     
A partir de ese momento se intensificó la injerencia económica británica, especialmente en la explotación de las minas, los ferrocarriles y el control del comercio. Este expolio originó reacciones nacionalistas, como la de los reformadores radicales del levantamiento de los Cien Días (1898) y la revuelta popular de los bóxers (1900-1901), que fracasaron. Sin embargo, en 1911, una revolución puso fin al imperio y proclamó la república, en un intento de liberar a China de la dependencia colonial y conseguir la reconstrucción nacional. 
            
                                      
Estados Unidos.
El colonialismo americano, a diferencia del europeo y del japonés, no se caracterizó por la conquista territorial y la imposición de una administración metropolitana, sino por la injerencia en los asuntos internos de los países y la sumisión económica de los gobiernos autóctonos a sus intereses (neocolonialismo). Esta política encontró su mejor exponente en las pequeñas repúblicas del Caribe: Cuba, República Dominicana, Haití, Panamá y Nicaragua. La guerra contra España, en 1898, a propósito de Cuba y Filipinas, ejemplifica esta política.” (J. Aróstegui Sánchez; M. García Sebastián; C. Gatell Arimont)




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