26/9/13

Historia 10. De España al Japón, LUIS DE OTEYZA

LITERATURA




CONVERSANDO CON UN AMIGO VIAJERO







¡Qué fácil ha sido seguir a Oteyza en su viaje! Como si estuviera de cháchara con un amigo,  en una relajada, cercana y chispeante conversación.  Con las exclamaciones del lenguaje hablado, las preguntas dichas en voz alta esperando que el otro  las conteste, interpelando en todo momento al lector para incluirlo  en el relato, de esa manera tan directa, y más típica del  lenguaje oral que del escrito, redactó Luis Oteyza su libro.

Oteyza relata su viaje entre España y Japón realizado en 1925. El periplo transcurre a bordo de un trasatlántico español que le lleva a Filipinas, para luego viajar hasta Japón  en barcos americanos.  Un viaje que el autor realiza en un intento de alejarse de la dictadura de Primo de Rivera.

Desde las  primeras páginas habla del motivo que le lleva a realizar este viaje, y entre sus primeras palabras, ya está presente el tono que hace de este libro una lectura muy agradable,  su humor y fina ironía. “El panorama que, de algún tiempo a esta parte, estamos disfrutando los españoles me aburre, me aburre profundamente, me aburre hasta la desesperación. ¿Que hay a quien le resulta ameno e incluso reconfortante? Posiblemente. De gustos no se ha escrito nada, sino la sentencia de que algunos son tales que merecen palos. Pero en la imposibilidad material de aplicar sentencia tan justa a aquellos de mis compatriotas que tienen un gusto divergente al gusto mío, les dejo tranquilos, y me tranquilizo a la par, marchándome.”

¡Qué placer poder enfocar con humor e ironía algunos de los mayores problemas de la vida¡ Es una energía transformadora.  Y no exagero, o ¿no se cambia la realidad, sin ni siquiera rozarla, al mirarla a través de las lentes del humor? Oye, lo mismo lo mismo, pero totalmente diferente. Ha cambiado nuestra forma de enfrentarnos a la tozuda realidad.

Hay que ser un maestro para reírse de lo trágico, y también  de lo cotidiano,  de lo que no tiene vocación de chiste, y evitar de esa forma, acabar aplastado por la persistencia de lo corriente y moliente, de lo nada gracioso. Salir a flote y darle la vuelta, sacarle partido. Trabajo reservado a los mejores. No busco la carcajada, pero si encuentro la  sonrisa casi casi permanente.  Un ejemplo. Hablando de la extrañeza que experimenta en un barco, rodeado de agua. “El hombre es un animal eminentemente terrícola, cuyo elemento no es el agua. Esta observación tan profunda no me pertenece. Lo advierto, por si acaso. Es propiedad del amigo Sánchez Rojas, antihidráulico convencido, como no se le oculta a nadie que le ha visto siquiera una vez y aunque fuera de lejos. Pero yo la tomo –con las naturales, precauciones- para servírosla- después de desinfectada- porque voy comprobando su completa y definitiva exactitud.

Pero de  la mano de esa visión humorística, también va una mirada crítica, mezclada con una tristeza que no puede esconder.  Sin darnos cuenta se ríe de una cosa sin importancia, para tirar de ella y convertirla en una crítica. Suelen ser pasajes en los que habla de nuestro país o de la situación política de los países por los que recala.  Desde la antesala del humor Oteyza pasa a la crítica de su patria. Es una crítica hecha con la mirada triste, una queja por lo que fue y no es, heredero de esa tristeza del 98.  Dolor y orgullo cuando habla del Filipinas o del Mediterráneo, o sentimiento de admiración y frustración ante USA al llegar a Filipinas o hablar de los barcos en los que viajó.
Un ejemplo con el Mediterráneo “El “mare nostrum” ya no volverá a ser “nostrum”. No seremos otra vez sus felices poseedores ni como españoles –de eso no hablemos- ni como latinos siquiera. Pues lo de que la Italia de hoy va a recuperar el poderío naval de la antigua Roma es... Iba a decir que es una tontería, pero no lo digo. Porque calificar de tontería los planes de Mussolini, sí que sería “descubrir el Mediterráneo”

Me gustan las incursiones históricas que realiza de lugares como Manila, Shanghai o Hong-Kong. Un poco de historia local te sitúa como viajero, aunque solo sea como viajero de butaca.  Y claro, viajando por donde lo hizo Oteyza, y en la época que lo navegó, es imposible no hablar de los ingleses. Imperiales, orgullosos y ridículos a partes iguales. Oteyza no desperdicia ocasión, “Sabido es que el Paraíso Terrenal se perdió por el pecado que cometieron en colaboración Adán y Eva. Y sépase que, como todo lo que se pierde en el mundo, se lo han encontrado los ingleses.” Otra, a la llegada a Colombo, Ceilán “He de consignar ante todo que nos recibe la cortesía británica. El práctico ha escalado la borda y ha subido al puente tan estirado como su señora madre, la rubia Albión. Se le ha ofrecido un cock-tail que él rehúsa con un movimiento de cabeza y un además señalando el reloj. Por lo visto, a las seis y cuarto de la mañana es muy temprano para tomar la entonante mezcla.
- Yo soy más inglés que usted –le advierte sonriendo amablemente nuestro capitán-, pues a pesar de la hora ya me he bebido dos cock-tailes.
Y el hijo de la Gran Bretaña responde:
- Usted no es nada inglés, pues a pesar de hora no se ha afeitado.”
¿De verdad decían ese tipo de cosas?

Hay una forma de mirar a su alrededor que él llama “Estampas” que creo que son maravillosas. Son fogonazos, instantáneas de la realidad que le rodean, fotografías con palabras. Expresan una curiosidad ante el detalle que cuenta más que lo que cuenta más que lo que dice.  “Pequeños cuadritos en que lo reducido del tamaño se supla con la viveza de los colores. Unas estampas, ¿no? Miradlas como lo que son, miradlas como las estampas se miran: de una ojeada y poniéndolas boca abajo inmediatamente.”
Una forma de meditar brevemente sobre aspectos dispares que salen al encuentro.

Si tengo que ponerle un pero, diría que me queda un poco cojo un relato sobre viajes que no incluye a los lugareños. O directamente o indirectamente me gusta saber lo que piensa la gente de esos países por los que el autor viaja. El contacto no puede ser profundo, pero gracias al buen hacer del escritor, éste acaba por incluir comentarios o encuentros que expresan y cuentan mucho de la gente de habita esos lugares. Quizás, en esta ocasión, no hubo suficiente trato o no era el estilo  de la época, la forma de entender un relato de viajes. No lo sé.
Nunca me han atraído los cruceros como forma de viajar. Cómodos, seguro. Confortables, claro. Facilones, también. No obstante, creo que tienen demasiadas escalas y poco tiempo a disfrutar en ellas. ¿Qué haría un único día en Roma? ¿Por dónde empezar? ¿El Coliseo o el arte sacro? ¿Avenidas con tiendas de lujo, de ver pero no tocar, o terrazas en plazas adoquinadas en las que saborear un capuchino? Y quien dice Roma mira cualquier orilla del Mediterráneo, el Mar del Norte, o el de la China. No podría elegir. Aunque he empezado a pensar que esa es la forma moderna de crucero practicamos en el siglo XXI. Leyendo a Oteyza tengo la impresión que se ha perdido una forma de viajar, sin prisas (únicamente con las que imponían las circunstancias) o incluso teniendo como único interés, los descubrimientos del paisanaje del propio barco. Otra experiencia a degustar.


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