25/1/17

Historia 45. El editor de libros

Película

Libros, libros, libros...

Cuando sales del cine, no siempre tienes una opinión sobre la película que acabas de ver. En ocasiones nada es lo que parece y las cosas cambian con el paso de las horas o de algún que otro día. Algunas veces te deslumbra la fanfarria y el colorín que visten la historia y la misma desaparece entre los dedos cuando intentas reconstruirla de camino a casa. Otras, una historia pequeña, cotidiana o incluso poco usual pero no deslumbrante, te hace saltar de la propia historia que el director te propone, para volar sobre otros temas que asoman y, que aunque sin la autoridad de rango principal, son abordados en función del argumento primero. Son estos aspectos, al igual que los secundarios de lujo de las películas, los que pueden salvar o hacer especial una historia que a priori pudiera despertar interés alguno.

Un editor de libros, que es el personaje central de El editor de libros, por muy importante que llegara a ser en su época, por muy descubridor de talentos que fuera, aunque se pudiera considerar el mejor o uno de los mejores en su trabajo, en un documental, de esos tan absolutamente fantásticos que se hacen, encajaría perfectamente, pero la gran pantalla tiene otro lenguaje. Aunque apostar y trabajar con y para algunos de los genios literarios americanos de su época, y a buen seguro, del mundo (F. Scott Fitzgerald, Ernest Hemingway o Thomas Wolfe) la vida de Max Perkins, editor de Scribner, no resulta, a priori, demasiado cinematográfica. Nada más alejado de la realidad. Michael Grandage, director de la película, ha sabido convertir su historia, la de Max Perkins, en algo muy especial, en un relato del cual sales contagiada por la pasión de los personajes y con un regusto que se transforma y aumenta cuando te vuelve a la mente con el paso de los días.

Crandage se ha apoyado en la novela de Scott Berg Max Perkins: editor of Genius y seguro que debió contagiarse con el virus devorador de la creación literaria para poder transmitirla con esa fuerza. Me interesan menos los egos, las desilusiones irreparables, los trasiegos a los que somenten las amistades intensas, los amores cambiantes, el gusto del triunfo anhelado... todo eso ya lo he visto antes. Los minutos palpitantes en los que el editor Max Perkins (Colin Firth) y Thomas Wolfe (Jude Law) cosen su historia en común de pasión por la literatura, de apuesta incondicional por la creación, de apasionamiento por contar y leer vidas que no pueden ser vividos de otra manera, de entrega total a las palabras y los universos que crean, de olvido de la realidad para abandonarse al mundo paralelo de las historias bien contadas, esos son fabulosos ¡Uf, qué difícil de conseguir!

No obstante, para que todo funcione, el director tiene que estar bien arropado y en este caso lo está. John Logan adaptando el libro de Scott Berg, la fotografía de Ben Davis que crea las atmósferas necesarias para transportarnos al Nueva York de entreguerras, la música de Adam Cok, el vestuario... y, por supuesto, ellos y ellas: Colin Firth, Jude Law, Nicole Kidman, Laura Linney, Guy Pearce, siempre están fantásticos. Producción inglesa que hace honor a lo que nos tienen acostumbrados.

           

Historia 45. El editor de libros

Libros


AUTOR Y EDITOR
Sería una pena desperdiciar esta oportunidad sin leer un poco sobre el autor y el editor, algo más sobre la figura que hace posible que la obra llegue a todo el que esté dispuesto a recibirla y, por su puesto, mucho más sobre el escritor que crea la obra.


Max Perkins. El editor de libros, Andrew Scott Berg.
Rialp, 2016

Max Perkins, genio extraordinario, fue el descubridor de grandes de la literatura como F. Scott Fitzgerald, Ernest Hemingway o Thomas Wolfe. Sin embargo, su vida transcurre en la penumbra, entre bastidores, ayudando a sus autores como editor, pero también como crítico, gestor, agente... y amigo.
Fue el descubridor de grandes de la literatura como F. Scott Fitzgerald, Ernest Hemingway, Thomas Wolfe y tantos otros. Sin embargo, su vida transcurre en la penumbra, entre bastidores, ayudando a sus autores como editor, pero también como crítico, gestor, agente... y amigo. Esta biografía, ganadora del National Book Award, es la primera en explorar la fascinante vida de este genio extraordinario, tanto en el ámbito profesional como en su vida personal, y ha servido de inspiración para la película El editor de libros, protagonizada por Colin Firth, Jude Law y Nicole Kidman. A. Scott Berg (1949) es ganador del premio Pulitzer (Lindbergh) y del National Book Award (Max Perkins), y ha recibido una Guggenheim Fellowship (Goldwyn). Se graduó en Princeton University en 1971 y actualmente vive en Los Angeles.
Max Perkins, genio extraordinario, fue el descubridor de grandes de la literatura como F. Scott Fitzgerald, Ernest Hemingway o Thomas Wolfe.

Del tiempo y el río, Thomas Wolfe
Intervención cultural, 2013
Tras la prematura muerte de Thomas Wolfe, William Faulkner dijo de él que se trataba del mejor escritor de su generación, colocándose el propio Faulkner, modestamente, en el segundo lugar de la lista. Listas aparte, Wolfe es, junto a Faulkner y Carson McCullers, un genuino representante de lo que podría denominarse lirismo su seño norteamericano. En el conjunto de su obra, basada en su propia experiencia vital, sin duda Del tiempo y el río constituye la pieza de mayor relieve, la más importante y la que mayor influencia ha ejercido en la novela contemporánea. Eugene Gant, su protagonista (trasunto del propio Wolfe), es el héroe novelesco por antonomasia. Su poderosa vitalidad, su avasallador deseo de convertirse en escritor, su romántica necesidad de abarcar toda clase de experiencias sin someterse a limitaciones o cortapisas, explosivamente, hacen de él una de las criaturas de ficción más entrañables y conmovedoras de la literatura de nuestro tiempo. Vorágine de palabras y aconteceres, Del tiempo y el río constituye uno de los más bellos análisis de la soledad y el desamparo, a la vez que un implacable ejercicio de reflexión sobre la creación artística y sobre el paso del tiempo y la llegada de la muerte.


El angel que nos mira, Thomas Wolfe
Valdemar, 2009
Pese a su prematura muerte, Thomas Wolfe (1900-1938), como Proust o Kafka, ha dejado una honda huella en la literatura contemporánea, y su estela se hace visible en escritores de la talla de William Faulkner, Scott Fitzgerald, Ernest Hemingway, Jack Kerouac o Philip Roth.
El ángel que nos mira es una novela de iniciación que narra los avatares y experiencias del joven Eugene Gant, al tiempo que retrata con vividez y detalle la vida en el profundo Sur norteamericano de principios del siglo XX. El afán de exhaustividad narrativa de Wolfe
, que le lleva a comenzar su historia con la azarosa vida de Oliver Gant, padre del protagonista, convierte el relato en una gran saga autobiográfica, elogiada unánimemente por la crítica de su tiempo.

El viejo Rivers, Thomas Wolfe.
Periférica, 2015
Una sátira del mundo editorial neoyorquino.
El viejo señor Rivers es un editor a la antigua: ama el «buen gusto» por encima de todo, y nada desearía menos que publicar textos con palabras malsonantes o temas demasiado realistas. Ama también la vida social de Nueva York, los clubes donde viven los ancianos caballeros como él y las cenas a las que lo invitan cada día viudas de embajadores o sociedades de todo tipo. Perfecto personaje dickensiano, tiene una palabra para todo el mundo, y del ocio hace, como dijera el clásico, siempre negocio. Esta narración, que tiene un tono muy distinto al resto de la obra de Thomas Wolfe, fue publicada por primera vez en 1947, después de la muerte de su mítico editor, Maxwell Perkins. Éste no había permitido que fuera publicada antes, ya que no deseaba que el texto de Wolfe ofendiera al ya senil Robert Bridges, antiguo editor de Scribner’s Maga¬zine, en quien se había inspirado para crear a su protagonista.El viejo Rivers, sí, está lleno de jugosas alusiones a Bridges, quien se había atrevido incluso a pedir al futuro premio Nobel John Galsworthy que borrara algunas frases «con alusiones sexuales» si quería seguir publicando en Scribner’s. El importante editor, que había cimentado parte del prestigio de su revista sobre nombres como Henry James o Edith Wharton, tenía ciertas...



The sons of Maxwell Perkins. Letters of F. Scott Fitzgerald, Ernest Hemingway, Thomas Wolfe and Their editor. Edited by Matthew J. Bruccoli with Judith S. Baughman.

In April 1938 F. Scott Fitzgerald wrote to his editor Maxwell Perkins, "What a time you've had with your sons, Max—Ernest gone to Spain, me gone to Hollywood, Tom Wolfe reverting to an artistic hill-billy." As the sole literary editor with name recognition among students of American literature, Perkins remains permanently linked to Fitzgerald, Hemingway, and Wolfe in literary history and literary myth. Their relationships, which were largely epistolary, play out in the 221 letters Matthew J. Bruccoli has assembled in this volume. The collection documents the extent of the fatherly forbearance, attention, and encouragement the legendary Scribners editor gave to his authorial sons. The correspondence portrays his ability to juggle the requirements of his three geniuses.
Perkins wanted his stars to be close friends and wrote to each of them about the others. They responded in kind: Fitzgerald on Hemingway and Wolfe, Wolfe on Fitzgerald, Hemingway on Wolfe and Fitzgerald. The novelists also wrote to each other. But contrary to Perkins's hopes for a brotherhood among them, their letters express rivalry and suspicion rather than affinity. Perkins encouraged the writers professionally but never took sides in their sibling rivalries.
Addressing an overlooked aspect of literary study, the letters center on the acts of writing, editing, and publishing, and on the writers' relationships with Scribners and one another. In addition to providing insight into the personalities of these literary heroes, the correspondence reveals how editing and publishing have changed since the twenties and thirties—a golden era for Scribners and for American literature. In particular, the letters correct the incomplete, oversimplified popular image of Perkins and his function as an editor—especially his relationship with Thomas Wolfe.





Historia 45. El editor de libros

Historia


AÑOS EXTREMOS PARA INDIVIDUOS INTENSOS
Telón de fondo único. Años de tragedia y de locura desenfrenada a un tiempo. Los 20-30 fueron así, capaces de albergar lo mejor y alumbrar lo peor y, aunque no son lo más importante de esta historia, si forman parte de su encuadre, son su escenario. 
















Historia 45. El editor de libros

Arte

Edward Hopper
Pintando los años 30

El merodear, husmear o simplemente deambular por estas páginas que se ojean con un leve tic, tiene mucho de pérdida de tiempo, aunque de cuando en cuando te topas con verdaderas joyitas. Ha habido suerte y he encontrado la noticia de la celebración de una exposición que comienza en febrero, en Londres, : America after the fall: painting in the 1930s Un despliegue fantástico de un buen número de los mejores pintores americanos de los años 30. Mientras Thomas Wofe se apasionaba con las palabras, Edward Hopper realizaba esas obras paradas en el tiempo que te invitan a pensar, Philip Evergood plasmaba su inconformismo social con su pintura o Joe Jones plasmaba gráficamente los problemas raciales visibilizándolos en el mundo del arte. ¡Inmersión!

         




EDWARD HOPPER






PHILIP EVERGOOD




REGINALD MARSH




Y un hueco especial para un fotógrafo fundamental: Lewis Hine




             

Historia 45. El editor de libros

Música


MÚSICA DE HUMO Y GARITO


No he estado lo suficientemente hábil y no puedo localizar la banda sonora de Adam Cork "Genius" compuesta para la peli. Una pena porque la recuerdo como interesante, a revisar, asignatura pendiente (otra más). A modo de compensación, he llamado a George Gershwin. Gershwin nació en Brooklyn en 1898 y murió un año antes que Thomas Wolfe. Podían haber coincidido comprando el pan una mañana en Nueva York. Sea como fuere, La Rhapsody in Blue de Gershwin tiene todos los sonidos del Nueva York que a todos nos gusta. El atarantado, loco y hondo callejero de película.
Y mucho jazz que Wolfe parecía encantarle. Nada que objetar, al contrario, lo entiendo perfectamente. 
Pero empiezo por el final, un clásico "Minnie The Moocher" y una vuelta de tuerca, todo vale.  



             


              

              


                

El broche


Mil gracias a mi colaborador especial

¿Quién sabe?

¿Quién sabe?