17/1/16

De la anécdota a la categoría


Los japoneses son el pueblo que hace de la delicadeza cualidad cotidiana, de la limpieza en los espacios comunes normalidad y no virtud; de la etiqueta y la aproximación al otro un juego de normas aprendidas, una coreografía que invita a la imitación y la respuesta; del trabajo diario una actividad que requiere respeto, dedicación y entrega. Con todo y con eso, admiro y no entiendo.

La última película japonesa que ha viajado hasta nosotros, Una pastelería en Tokio de Naomi Kawase, me ha dejado confundida . Admiro, simpatizo, disfruto, pero de repente en el minuto x de la peli, los sentimientos y motivaciones de los protas se me escurren entre los dedos. No consigo empatizar. Y no es la primera vez que me ocurre que ante el lejano oriente admire y no comparta.
He pensado en esto al leer la noticia de que en la estación de Kyu-Shirataki, situada en Hokkaido, el tren no dejará de parar hasta que su única viajera, una adolescente que viaja al instituto, no acabe sus estudios de secundaria. La empresa ferroviaria, conmovida, ha tomado esta decisión y con ella, nos ha hecho un feo al resto del mundo. Me quedo con los ojos vueltos ¿Alguien en este país nuestro, y me atrevo a decir en esta Europa nuestra, se pone en situación y cree que las autoridades ferroviarias hubieran tenido una reacción como la nipona ante una situación semejante? Aquí mi imaginación se vuelve lilliputiense. No lo veo.

No obstante y dando un brinco paso de la anécdota a la categoría. ¿Estoy muy perdida al pensar que da igual la tierra que pisemos, lo ropa que nos pongamos o la comida que comamos, puesto que todos somo habilis iguales? ¿No son nuestras pasiones y emociones las mismas independientemente que paisaje veamos de mañana al levantarnos? ¿No compartimos en todos los rincones de la bola del mundo un equipamiento básico con el que echar a andar? Necesito algo más que un traductor de idiomas porque desde mi pueblerino sillón de orejas he llegado a la certeza de que todo lo que ocurre al este del meridiano 20º lo empiezo a comprender con dificultad, y no digo nada del 140º. Estoy a falta de un curso intensivo y acelerado de "Otras culturas al alcance de cualquiera" porque de otra manera corro el riesgo de no salir de la sorpresa sin contenido, del contraste pintoresco y estereotipado y de la incomprensión más absoluta. Esta bola que gira manteniéndonos pegados al suelo siempre me deja fuera de juego.