23/4/13

HISTORIA 5. JAVIER SIERRA, El maestro del Prado /Libro/



ARTE PARA DAR Y REGALAR


¿Se puede ver arte de esta forma tan intensa o es mejor el “relájate y disfruta”? Me planteo esta disyuntiva delante de algunos cuadros y de algún libro como el que tengo entre manos. Ahí lo dejo.

Bueno, al grano. Me han regalado el último libro de Javier Sierra, El maestro del Prado y las pinturas proféticas, y lo he leído con rapidez, buen gusto y pelín de escepticismo. Me he dado un buen paseo por algunas de las mejores obras pictóricas de todos los tiempos, a la vez que metía la nariz en algunos momentos de nuestra historia. Arte e historia, este combinado siempre me ha parecido ganador.

Javier Sierra presenta la historia como un hecho real que le sucedió en su  etapa de universitario en Madrid, supongo que con sus licencias. Durante sus visitas al Prado, entabló amistad  con un misterioso personaje  que le enseñó a ver la pintura con otros ojos, más ávidos de conocimiento sobre el pintor, su época y el propio mensaje de la obra. Todo un reto. A través de está relación se va creando una historia de misterio que tienen al arte, a lo oculto y a lo profético, como hilos conductores.

Y aquí viene el meollo del asunto: “...los europeos llevamos siglos educándonos a través de mitos, cuentos e historias sagradas. Son ellas las que conforman nuestro verdadero patrimonio intelectual común. Bien porque las hayamos escuchado en misa, o de boca de nuestros padres, o porque las hayamos visto en el cine, todos conocemos con más o menos detalle qué les ocurrió a Noé, a Moisés, a Abraham o a Jesús. Y aunque no seamos creyentes, sabemos qué se celebra en Navidad o en Semana Santa...”  “Cuando alguien como nosotros, educado en el Occidente cristiano, se detiene ante una obra como ésta (La Perla, de Rafael), es capaz de reconocer de un modo u otro el relato que la ha inspirado. Pero amigo: si el cuadro nos cuenta algo que no encaja con lo que sabemos, o incluso lo contradice o lo cuestiona, aunque sea sutilmente, saltan todas las alarmas en eso que podemos llamar nuestra memoria cultural.” Hasta aquí puedo leer. Aceptar el reto que supone degustar estéticamente un cuadro, e ir más allá, comprendiendo las intenciones y el mensaje, que a primera vista no se ve y que el artista incluye en su obra, me parece un ejercicio interesantísimo. Además, hay que tener en cuenta, que Sierra nos pone delante de lo mejorcito del Renacimiento (Rafael, Tiziano, Boticelli, El Bosco, Brueghel, Juan de Juanes o el Greco), lo cual en si mismo ya es un placer.

Con sumo gusto.
. Poder acercarme a Carlos V y Felipe II, en su intimidad (bueno espiritual), a través de aquellas obras que fueron estandarte de sus ideas o creencias, aquellas que apreciaron por encima de las demás, ha sido un lujo.
. Los comentarios, interpretaciones y  referencias de cuadros como Nastagio degli Onesti, de Boticelli,  El triunfo de la muerte de Brueghel el Viejo o El jardín de las delicias de El Bosco, genial.
. Perfecto la cantidad y calidad de las reproducciones artísticas incluidas en el libro que Sierra comenta.

Con disgusto
. Profecías, ángeles... confieso que no me van mucho, no consigo conectar con ese mundo de espiritualidad. Las profecías, haberlas dicen que las hay, pero yo lo veo todo en clave de causa-consecuencia. Es decir, ante una situación concreta con unas características determinadas, hay muchas posibilidades de que ocurran una serie de hechos o consecuencias. La Historia está llena de ejemplos. Un ejemlo.  No es raro que en una situación de corrupción moral y de costumbres, de avaricia y excesos de la Iglesia Católica en el s. XVI, época de la Reforma, determinados artistas (Brueghel, El Bosco, entre otros) realicen obras en las que invitan a reflexionar sobre el mundo en el que viven y las consecuencias de los actos humanos. (Es un ejercicio que se repite. Me han venido a la cabeza, al comentar los ejércitos de esqueletos de Brueghel, los ejércitos  de máquinas aniquiladoras de hombres de Terminator. Lo que es la fantasía y la capacidad de pegar saltos mortales-mentales) Entiendo mucho más esto que lo profético, aunque reconozco que Sierra hace un buen trabajo en este sentido.
. En ocasiones tengo la impresión de que la novela está construida teniendo como objetivo hablar de determinadas obras y no de contar una historia. Creo que esto perjudica la acción narrativa de la obra. Tuve la misma sensación, aquí mucho más acusada, con el best seller El mundo de Sofía de Jostein Gaarder.  Es un libro que he releído, en su parte filosófica, sin tener que hacer referencia a su argumento. Debo decir que he disfrutado con los dos, pero creo que un esquema tan obvio le perjudica. (Bueno, aquí soy yo la que me he puesto estupenda)

Con lo que me quedo. El buen sabor de boca.

. Hace ya bastante tiempo que he comprendido que cuando voy a un gran museo debo evitar la “borrachera de belleza” Es un síndrome que le ocurre al visitante de este tipo de museos,  que por razones muy cuestionables (por si no vengo más; ¡si estamos cerca!; como nos da tiempo...) quiere verlo todo o casi todo. Sobreviene aproximadamente  a las dos horas de paseo por las salas, y consigue que pases delante de absolutas maravillas como si miraras el escaparate de un centro comercial. Terrible pero cierto, a mi me ha pasado y considero que tengo buena forma y aguante a la hora de saciarme de belleza.  En definitiva, como acabo de decir, hace ya tiempo que elijo salas, autores o épocas, dentro de un museo. El resto lo considero un buen motivo para volver. Esta es una idea que comparto completamente con Javier Sierra. Ser selectivo, paciente y dejar que la pintura, escultura... nos cale. Así, cuando nos vayamos del museo, podremos despidamos de la obra o del autor con agradecimiento (yo me suelo despedir de algunas obras cuando me voy)
Como ya he dicho, esta idea de degustar a sorbos yo ya la practico. No obstante, hay otra cosa que leyendo el libro de Javier he recuperado, pues ya la tenía olvidada. Me encanta el toque de atención que nos da el autor, a todos los posibles consumidores de arte, para que miremos un poco más allá de la forma y la estética. 

“Vivimos tiempos en los que los mensajes del arte parecen no importarle ya a nadie. Nos han hecho creer que lo único que interesa de éste es su aspecto formal, estético, los pigmentos o las técnicas empleadas, e incluso la biografía o las circunstancias personales del artista. Todo antes que preguntarnos por la razón exacta que llevó a la ejecución de una obra como ésta. Desde esa visión materialista del arte, prestar atención al mensaje equivale a adentrarse en lo especulativo, en lo inmaterial. Pero no es así. En realidad, es centrarse en el lado espiritual de la pintura, en su quintaesencia.” El arte es fruto de una época. Es la obra que realiza un autor condicionado por su entorno social, político y estético. Casi nunca es arbitrario o inocente. Por tanto, ¿Por qué nos empeñamos en verlo, las más de la veces, y hablo como público no especializado, como una sucesión de imágenes más o menos bonitas? Rapidez, inmediatez, el deseo del turista de arte de coleccionar exposiciones... No lo sé. Pero creo que en algunas épocas, como está del Renacimiento, lo cuadros hablan de muchas maneras y me propongo escucharles un poco más. No obstante, creo que en esto, como en casi todo, hay que tener un equilibrio. No sigo la pista a los especialistas que se ponen estupendos y encuentran dobles sentidos e imágenes ocultas en cualquier aspecto de la obra ¡si el autor levantara la cabeza¡ Si tienes la suerte de tener conocimientos sobre el autor, la época, la técnica... mucho mejor. Pero creo que lo fundamental  para disfrutar del arte  es tener sensibilidad y ganas de disfrutar.


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