28/6/14

Historia 19. Aprendiz de Gigoló

Película


EL TRABAJO DEL FLORISTA



¡Pero qué listos son algunos aprovechando de la vida todo aquello que ésta les pone  delante! Siempre practicando el  ¿por qué no? Algo así es la historia que nos cuenta Turturro. Personajes normales con vidas normales, pero con la suficiente sabiduría, o locura, o ambas a la vez, como para aceptar todos los quiebros del destino y sacar lo mejor de cada oportunidad, para tomarse con humor y esperanza los reveses y ser capaces de compartir cariño y amistad en grandes dosis, los mejores bálsamos contra la soledad.

Dos amigos, ya maduritos, aprovechan una oferta, a primera vista un poco loca, de convertirse en gigoló y proxeneta respectivamente, y llevarse un buen pellizco por tal aventura. Todo ello surge sin buscarlo y en medio de una comunidad judía de Nueva York, en la que, por descontado, no es una actividad que disfrute de gran aceptación. En este escenario se mueven John Turturro (como director, guionista y protagonista), Woody Allen, Vanesa Paradis, Sharon Stone y Sofía Vergara, en una comedia que se ve muy bien.

Tierna y picarona a un tiempo, con mucho cariño, sin empalago. Se transmite en la relación de amistad entre Turturro y Allen, al igual que en los contactos de Turturro con las mujeres (por dinero, pero con mimo). Es algo que aparece también en su forma de presentar una Nueva York, habitable, cosmopolita, acogedora de comunidades dispares, sin mezclarse seguramente, pero haciendo posible la convivencia codo a codo.

Respeto y comprensión por todo. Por las formas y costumbres de las comunidades que aparecen; por los tipos de mujeres que intervienen; por el enfoque vital de los personajes de Turturro y Allen. Diferenciar sin juzgar.

Y el hilo que lo cose todo: el humor. Riámonos de lo que pensamos más sagrado, seamos políticamente incorrectos, nosotros mismos en el objetivo, y también,  todo lo demás. ¡Qué sano ejercicio y nos reímos poco! Si los comentarios jocosos, averías y ocurrencias, atropellos mentales y desvaríos son de Turturro, también los podría haber firmado Allen. Le añaden a la realidad ese punto de absurdo que a menudo nos empeñamos en no querer ver.

Todo ello, a través de planos que se encandilan con los personajes y con las calles, con relajo, con tranquilidad, dejando un momento para admirar. Pero también hay lugar a primeros planos, de detalle. Aquellos en los que el prota. realiza su trabajo de florista, el legal. Dedicación y detalle, la delicadeza que requieren las flores.

Como si fuera un buen perfume que se resiste a desaparecer y que evoca la melodía ya terminada, la música está elegida con mucho gusto y mayor acierto. En estado de gracia a la hora de seleccionar y coser las canciones a las escenas. Una mezcla muy sugerente de jazz sensual y aires mediterráneos cálidos.


Siempre hay escenas para recordar. Raro es el caso en el que una película,  aunque se regulona, que no es  el caso, no deje alguna escena-joyita. Minutos de una peli. que se quedan en la memoria, dispuestos a salir en cualquier momento, aunque el resto de la cinta esté bien olvidada. De las aventuras del gigoló me quedo, sobre todo, con dos. La primera, Allen delante de un tribunal de jueces judíos valorando delitos morales cometidos. Cuando las cosas amenazan con irse de las manos, el personaje de Vanesa Paradis entra a declarar. Entonces se produce un gran giro, del absurdo, la parodia, la risa, al nudo en la garganta. La segunda se produce cuando Allen intenta dirigir un partido de béisbol entre dos equipos de niños. Políticamente incorrecto y genial. Humor, me viene bien todo el que me puedan ofrecer.  



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