30/8/14

Historia 21. Dos Vidas

Película


A LA MANERA
 DE UNA TRAGEDIA GRIEGA


El poder de imaginar del ser humano,  una de sus capacidades más maravillosas. Con ella podemos llegar allá donde se nos antoje. Es el motor que nos impulsa a alcanzar, componer, construir… allí donde parece que la realidad no ha llegado, lo logra  ella. Un don de los dioses que a su vez nos “imaginaron”. Pero, de vez en cuando, nos encontramos con historias reales, experiencias vitales, que son difíciles de imaginar. Es más, si las hubiéramos creado de la nada, las miraríamos de reojo pensando que huele a forzado, irreal, enrevesado.  Y ahí es donde reside su valor, la realidad, actuando por su cuenta, involucrando las voluntades creadoras de un buen puñado de personas y circunstancias, es capaz de componer historias que nos desarman por su fuerza, su dramatismo, por las consecuencias para sus protagonistas. Guiones basados en hechos reales que superan la realidad imaginada, para qué pedir más.

Bien, la base (el guión, argumento) es buena. Nos cuentan algo muy interesante, con miga (con algo más que miga), pero el cómo lo hace Georg Maas es de nota. La acción no decae en ningún momento, la tensión argumental va “in crescendo”, las piezas que nos presenta el director van encajando poco a poco a medida que se despliega el film, hasta llegar al final. Un acabar que no defrauda. Pero hay más, puesto que la película también tiene una lectura de drama familiar. Las situaciones se desbordan dentro de una familia, ahí donde más duele. Mitad thiller, mitad drama familiar.

La película nos sitúa en la Europa del año 1990, cuando el muro de Berlín acaba de caer. Katrine, ha crecido en la Alemania del Este, pero que ha vivido en Noruega desde que tenía 20 años. Katrine fue fruto de la historia de amor de su padre, un soldado alemán que prestó servicio en Noruega durante la Segunda Guerra Mundial, y de su madre, una nativa de dicho país. La vida de Katrine es feliz. Vive junto a su madre, su esposo, su hija y su nieta y está contenta con su situación. Sin embargo, su vida va a dar un gran giro cuando un abogado les pide a ella y a su madre que participen como testigos en contra del estado noruego en un juicio a favor de los niños de guerra, como ella misma es. Katrine se opone. No obstante, poco a poco, va descubriendo una serie de secretos que, hasta entonces, habían permanecido ocultos para ella.(Sensacine)

Todo a la manera de hacer del norte: sobrio, contenido, intenso, recio. Se agradece este acercamiento a la historia tanto en la dirección como en las interpretaciones (Juliane Köhler, Liv Ullmann, Sven Nordin) Consigue el tono preciso. ¡Mira que me gusta el cine americano¡ pero si éste rueda la historia, el resultado no hubiera sido el mismo, la mirada cambiaría, el ritmo… Es la forma germano-nórdica de contar su propia historia la que le da el toque necesario.

No soy de la opinión de que la geografía determina el carácter de las gentes que la habitan, pero si las condiciona. La belleza fría y salvaje de los escenarios, ese país frío y duro,  por fuerza modela a sus paisanos y aquí también está presente en la manera de contar y de expresar. La historia sale ganando y los escenarios no deben pasarse por alto. Pueblos, montañas y mares de una belleza inclemente. Presentación de un frío y humedad exterior, frente a la calidez bien escondida de los interiores. Intimida bien delimitado, claramente privada, confortablemente acurrucada.

Katrine, la prota de la película, se asemeja a una heroína griega. Atrapada, zarandeada por  hechos ajenos. Sujeto casi paciente de acontecimientos que la superan. Con un margen de maniobra escaso para poder enderezar y reconducir su vida, transformarla y llevarla a la normalidad. Atrapada por el azar, la voluntad caprichosa de los dioses, sometida a su destino. Su historia podría acomodarse perfectamente al repertorio de obras a representar en Epidauro o en Mérida, pongo por caso. Estamos en el norte de Europa pero el componente trágico que aparece desbordándolo todo en muchas vidas anónimas, no sabe de geografía.

Todo esto me aproxima, más allá de la historia en si misma, a un debate de esos que dajaban, a buen seguro, a los filósofos griegos sentados debajo de un árbol meditando hasta el ocaso, porque esto es lo que también tienen de bueno las obras  interesantes, además de contar historias apasionantes te llevan de la anécdota a la categoría. ¿Decir la verdad o no hacerlo? Remover en el pasado con el objeto de hacer justicia, de llegar a la verdad, cuando los efectos de la misma no llegarán a todos sus protagonistas o lo harán de una manera aminorada. La necesidad de que paguen los culpables y se resarza a los inocentes. Todo ello incluso cuando los culpables no están ya en el banquillo de los acusados, cuando los inocentes corren el riesgo de lograr una dudosa victoria. Aún así la necesidad de justicia se impone, pero en ciertos casos a un alto precio. ¿Decir la verdad o no hacerlo? Dilema ético que la protagonista se ve obligada a solucionar. Mejor ver su decisión. No obstante ¿por qué la justicia universal, esa que traspasa épocas, situaciones y personajes, está  a menudo  tan distraída? Consigue que la rueda de la fortuna sea terriblemente esquiva para muchos.





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