14/12/14

¡Pepe, me voy a Marte!

¡PEPE, ME VOY A MARTE!

Vamos lanzados, está claro. Por pura coincidencia me he encontrado, en  un breve espacio de tiempo, con un buen puñado de noticias relacionadas con el espacio exterior y su exploración.  Cada vez es más fácil dejarse llevar por el placentero vagabundeo interestelar y comprobar que los científicos y técnicos se ponen mano a la obra para hacerlo realidad. Mirar al cielo y soñar, no cuesta nada. En eso somos muy buenos, llevamos muchos años haciéndolo, milenios. Otra cosa son los inconvenientes que impone la realidad para hacer posibles los sueños, pero en eso estamos.

Las incógnitas y los retos son de envergadura. Alta ambición. Apostamos por ir tan lejos como seamos capaces de imaginar, luego ya veremos hasta donde la realidad nos deja llegar. ¿Qué nos encontraremos ahí fuera? ¿Cuánto de largo y ancho tiene ese espacio que nos permite flotar sin descanso? ¿Y si salimos de nuestro acogedor trozo de tierra, nos dará tiempo a volver y hablar de ello o nos moriremos por el camino contado estrellas?  ¿Qué extranjeros encontraremos por esos mundos ignotos? ¿Gentes de cerebros enormes y cuerpos endebles que nos fulminarán nada más echarnos una miradita encima, o bien, compadecidos de nuestra temeridad, nos bendecirán compartiendo su alta tecnología con nosotros? No sé, no sé…

La gran máquina de imaginar imposibles y hacerlo asequible es Hollywood. Ya he comenzado mi viaje con el Interstellar de Christopher Nolan. Situación crítica en la Tierra y los científicos más preparados devanándose los sesos para saber cómo salvar al mundo. Yo sin miedo, un viaje a través de agujeros negros de la mano de Matthew McConaughey. ¿Con quién mejor? Pequeño problema, no tan pequeño: los espacios infinitos y la longevidad humana. De bruces con la relatividad y Einstein, y aquí, me pierdo un tanto.

Pero antes de salir de nuestro hogar con el desparpajo con el que lo hacen los astronautas de la peli, habrá que investigar un poco más. Ya hace  diez años que la sonda Philae salió a la caza de su cometa, hasta conseguirlo el pasado 13 de noviembre. Como si se tratara de una rémora en busca de su tiburón, la sonda corrió ligera hasta alcanzar al cometa, y después de un par de brincos, se acomodó en su superficie pétrea para seguir viaje con su “protector”. Es el momento de los científicos, Philae les envía información.

Esto es investigación de altos vuelos: grandes inversiones, equipos multidisciplinares de primera línea; resultados a medio, largo plazo; grandes ambiciones y mayores sueños. Pero también hay investigación de vuelo rasante, más cercana, como el producto de una empresa llamada Celestia Aerospace dedicada a la fabricación de satélites de entre 1 a 10 kg. de peso (caben en el bolsillo). Se dedicarán a experimentar en microgravedad (usos farmacéuticos, científicos en general, espionaje?...) Por un pellizco (200.000 euros) tienes un satélite a tu disposición, quizá un regalo de Navidad…
                                                                               
Si esto es un no parar, un torbellino de novedades, un hervidero de news. Lo penúltimo: éxito en la misión de la NASA al enviar la nave Orion el 5 de diciembre. Es la primera nave no tripulada que se envía con la intención de que puedan viajar astronautas, los transbordadores los dejaron para el desguace en 2011. Suma y sigue…

          Misión Orión


Pero no perdamos la perspectiva y nos emborrachemos de éxito. Habitamos en cuerpos físicos, y éstos tienen sus servidumbres. El científico y el técnico resolverán los problemas más arduos, los imponderables, pero ¿y lo prescindible que colorea la vida y la alegra y adorna? Está muy bien no perder las buenas costumbres, ni en la Luna, y darse pequeños homenajes. Eso han debido pensar los integrantes de la última tripulación rusa Soyuz, que el 24 de noviembre pasado se acopló con éxito a la Estación Espacial Internacional. A su equipaje, la astronauta italiana, ha añadido una cafetera Express. Seguro que allí arriba han recibido con agrado esta variación en el equipaje. Y es que a nadie le amarga un dulce. Por ahora, la comida galáctica creo que no es merecedora de ninguna estrella Michelin, así que será una parcela de la vida cotidiana a mejorar (nota: pedir ayuda a los grandes cocineros de la deconstrucción).

La comida, mejor dicho, el placer que proporciona la buena mesa, forma parte de un conjunto de facetas que hacen del hombre lo que es. A los grandes retos que nos plantea el espacio exterior, habrá que unir la resolución de los inconvenientes domésticos, ese gran montón de cosas pequeñas que hacen de la vida merecedora de ser vivida.  ¡A ello¡





No hay comentarios:

Publicar un comentario