12/5/13

Historia 6. ANNA KARENINA

Película.

UNA VUELTA DE TUERCA A UN CLÁSICO

La imaginación y la creatividad siempre son bienvenidas. Un cambio de enfoque, un escenario diferente y una gran dosis de buen gusto hacen que una historia conocida y sabida, se presente como algo novedoso a descubrir. Este es el caso. La última Anna Karerina de Joe Wright, para mí es un acierto en este sentido.

Supongo que cuando uno se coloca delante de una obra maestra, a la que quiere llevar a la pantalla, lo primero que tiene que experimentar es un mareo. ¿Qué puedo aportar yo a una obra maestra? ¿Me atrevo y la destrozo? ¿Adaptación fiel? Muy difícil llegar a la hondura del original; condensación de pasiones y mundos interiores en dos horas; los puristas... ¿Algo completamente rompedor? Traer la trama al siglo XXI; modernizar las situaciones; llevar la obra al trópico... no sé. Bueno, pues el director ha debido pensar que lo mejor era ir por la calle del medio. Riesgo, y mucho, pero contenido, sin abandonar lo esencial. Innovación formal radical.

No abandonamos la Rusia de fines del s. XIX, sus lujos, sus grandezas, sus convencionalismos sociales, sus pasiones y sus abismos interiores. Todo está allí. A la manera que Tolstoi lo pensó, pero contado con imágenes (literatura y cine, cuentan historias pero sus caminos a veces no se encuentran, y es normal que así sea).  Y aquí viene la diferencia que individualiza esta adaptación. Supongo, no he hablado con el director…, que éste ha querido ser lo más respetuoso posible con la obra. Sabedor de lo que tiene entre manos, ha querido aportarle un ingrediente dinámico y teatral nuevo. Ha elegido un teatro como escenario en el que transcurre el noventa por cien de la acción de la película. Al principio, esta innovación te impacta y desconcierta, pero luego entras en su juego con toda naturalidad dejándote sorprender continuamente. Ese formato, ha obligado al director a presentar la historia en escenas que se solapan, dejándote llevar por ellas como si de un cuento se tratara. Hay algo de ingenuo y mágico en esta forma narrativa que contrasta con la hondura de las pasiones en las que están inmersos los personajes. Todo un acierto.

No quiero ni pensar que hubiese sido de este juego audaz si el vestuario, las interpretaciones o si su gusto estético hubiera sido otro. Pero todo está bajo control. El vestuario, espléndido. Pude sentir el crujir de los vestidos al rasgar el aire y el sonido de las botas de los militares y todo ello en una borrachera de color. Las interpretaciones: todos bien. A destacar  Matthew Macfadyen (Oblonsky), Alicia Vikander (Kitty) y Domhanll Gleeson (Levin).

Quedándome con la boca abierta:
Dos momentos. Primera, una escena de baile,  en la que Anna y Vronsky, todavía  en la fase de seducción, se encuentran en un baile de sociedad. Contribuye a aumentar la intensidad y sensualidad de ese primer contacto, un baile de salón que se baila de una forma genial con los brazos. ¡Qué forma de decirse casi todo con los brazos¡
Segunda, intensidad, miedo y felicidad aún tiempo. La escena en la que Kitty y Levin se hablan a través de unos cubos de letras. Para verlo.  

No quiero pararme en el torbellino de sentimientos de Anna, en los convencionalismos de la sociedad de la que formaba parte  y en el  final de una época histórica en la que transcurre la historia. Son temas que me propongo abordar leyendo la obra, porque además de haberme hecho pasar un muy buen rato la película, me ha metido el gusanillo para volver  a atreverme, otra vez, con Tolstoi. Allá voy.

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