13/8/15

Un mundo robótico






UN MUNDO ROBÓTICO





Hace un puñado de años, Dorys Day cantaba el  Qué será, será… con su cara angelical y pelo algodón de azúcar. El tono, el mensaje, la melodía todo apuntaba al mega optimismo y la confianza, un poco panoli y bien intencionado. Pues se acabó la fiesta hapy-hapy porque únicamente llegan a mis oídos melodías de terror. El sonsonete que no se me va de la cabeza está en sintonía con el sigilo terrorífico del Tiburón de John Williams o la inquietante presencia del Drácula de Wojciech Kilar. Pura coincidencia, pero la penúltima que he leído sobre la velocidad de crucero sin rumbo que lleva la tecnología me deja helada.

Mi temor comenzó hace aproximadamente un mes. Hacía calor y acabé en el cine viendo el último Terminator. Génesis. De la peli ni voy a hablar, aunque si me acuerdo de un detallito que aparecía en la misma. El reto del anciano Schwarzenegger y sus colegas era acabar con un sistema de destrucción masiva, instalado en teléfonos, tabletas y todo tipo de dispositivos de bolsillo. Un sistema operativo que daba el poder a las máquinas. Bien, es ciencia ficción. Puedo con ella.

Subimos un escalón. Diez días atrás, vagabundeando por La Dos a la Carta, me topo con un documental Trading de alta frecuencia.Un mundo aparte, brokers robóticos. Alrededor de dos tercios de los movimientos bursátiles en Estados Unidos los realizan ellos. Máquinas programadas para vender y comprar a velocidad de vértigo, especular de forma inhumana y ganar dinero a paladas. Ya han provocado un par de caídas o bajonazos bursátiles que los especialistas tachan de peligrosas. El mercado del dinero. Glup. Trago saliva, esta situación no es hipotética o imaginada.

Para acabar y llegar a donde yo iba, antes de ayer me encontré con el terror en forma de noticia periodística. Toby Walsh, experto en inteligencia artificial,  alerta sobre una amenaza real, la creación de robos asesinos en cincuenta años. Junto con un grupo de colegas y científicos piden a la ONU su prohibición.  ¡A temblar que esto es real¡


¡Con lo que me gusta la ciencia ficción! Estoy dispuesta a creerme que un buen día  lleguemos a Marte y volvamos para contarlo; que superemos la velocidad de la luz para poder darnos un garbeo por Saturno; que nos teletransportemos; que montemos hoteles  finde en la Luna; que todos llevemos uno de esos buzos de plástico fino, tan espaciales, asépticos e impersonales… Pero puñeta, no todo tiene que hacerse realidad. Los pasajes de monstruos sin cara a los que les encanta comer humanos sin haberlos probado, no tienen porque llegar aquí. Aunque bien mirado ¿quién teme a un improbable monstruo alienígena si ya nos vamos a encargar de hacer replicantes metálicos multiformes que no nos coman pero que nos maten igual?



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